día 2 La Festividad de las Estrellas

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El día de la Festividad de las Estrellas había llegado, una celebración que iluminaba toda la ciudad con colores y fuegos artificiales mientras los habitantes celebraban bajo el cielo nocturno lleno de estrellas fugaces. Las calles estaban decoradas con faroles brillantes, las personas vestían trajes tradicionales, y todo el mundo parecía emocionado por los festejos.

Sin embargo, el Rey no compartía el entusiasmo de los demás.

Rey (hablando solo): No sé por qué acepté esto… dijo mientras ajustaba su capa y se asomaba a la ventana de su castillo, observando cómo la ciudad comenzaba a animarse con la festividad.

Había hecho una promesa, y aunque en el fondo preferiría estar entrenando o enfrentando enemigos, sabía que no podía faltar a su palabra. Había dicho que acompañaría a Krakenes, y no iba a romper su promesa, por más que detestara el bullicio de los festivales.

De repente, la puerta de su habitación se abrió de golpe.

Krakenes: ¡Mi rey! ¿Estás listo para nuestra cita?~ gritó, entrando con su habitual energía. Llevaba un hermoso vestido azul celeste que parecía brillar bajo la luz de las estrellas. Su cabello, normalmente despeinado, estaba recogido de una manera que resaltaba su belleza natural.

Rey (sonrojado, pero manteniendo su compostura): Esto no es una cita. Solo es una festividad…

Krakenes: Lo que digas~dijo con una sonrisa pícara. Vamos, no podemos perdernos la mejor parte.

El Rey suspiró, pero la siguió fuera del castillo. Mientras caminaban por las calles iluminadas, el Rey no podía evitar notar la emoción de los habitantes. Todos reían, comían y bailaban, completamente despreocupados. No era algo que él entendiera, pero respetaba que la gente pudiera encontrar felicidad en cosas tan simples.

Krakenes: Mira, ¡ahí están las estrellas fugaces! exclamó mientras señalaba el cielo.

El Rey levantó la vista y, efectivamente, decenas de estrellas cruzaban el firmamento en una lluvia luminosa. Era impresionante, incluso para alguien como él, que normalmente no prestaba atención a esas cosas.

Krakenes: Es tradición pedir un deseo cuando ves una estrella fugaz. ¿Qué vas a pedir, mi rey?

Rey (sin pensarlo mucho): No creo en los deseos.

Krakenes lo miró con una mezcla de diversión y ternura. Se detuvo en medio de la plaza, tirando suavemente de la mano del Rey para que hiciera lo mismo.

Krakenes: Vamos, al menos intenta pedir uno. No pierdes nada.

El Rey suspiró, mirando al cielo por unos segundos.

Rey (medio en broma, medio serio): Deseo un día sin caos.

Krakenes rió suavemente, sorprendiendo al Rey con su sinceridad.

Krakenes: Yo ya tengo mi deseo.

Rey: ¿Ah, sí? ¿Y qué pediste?

Krakenes lo miró fijamente, con una chispa en los ojos.

Krakenes: Estar contigo aquí, esta noche.

El Rey se quedó en silencio por un momento. Aunque estaba acostumbrado a sus bromas y a su actitud despreocupada, esta vez sonaba diferente, más auténtica. El calor le subió al rostro, pero intentó mantener su expresión indiferente.

Rey (incómodo): ...Eso es ridículo.

Krakenes: Tal vez para ti, pero para mí no lo es. dijo, encogiéndose de hombros y volviendo a caminar con un brillo en sus ojos. Vamos, hay muchas cosas que ver aún.

Continuaron su paseo por la festividad, probando algunas de las delicias locales y observando las actuaciones de los artistas callejeros. Krakenes, como siempre, se emocionaba con todo, desde los fuegos artificiales hasta los músicos tocando sus melodías en la plaza central.

Finalmente, llegaron al punto culminante de la noche: el lanzamiento de las lámparas flotantes. Cada persona en la ciudad lanzaba una lámpara al cielo como un símbolo de sus deseos y esperanzas para el próximo año.

Krakenes tomó dos lámparas y le ofreció una al Rey.

Krakenes: Vamos, esto sí que tienes que hacerlo. Solo una vez al año.

El Rey tomó la lámpara con cierta duda. No estaba acostumbrado a participar en estas tradiciones, pero por alguna razón, no quería negarse. Ambos encendieron sus lámparas y las soltaron al mismo tiempo, observando cómo se elevaban lentamente hacia el cielo, uniéndose a cientos de otras luces.

Mientras las lámparas flotaban hacia el firmamento, Krakenes se acercó un poco más al Rey, sin decir nada. El silencio entre ellos no era incómodo, sino más bien sereno, como si en ese momento todo estuviera en paz.

Krakenes: Gracias por acompañarme, mi rey. dijo en voz baja, genuinamente agradecida.

Rey (sin mirarla): No fue tan terrible... supongo.

Ambos se quedaron en la plaza, observando cómo el cielo se llenaba de luces, hasta que la festividad comenzó a llegar a su fin.

El Rey y La Anti heroína la guerra de broma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora