y es que ella tuvo que ser la musa alquímica que acarició a Flamel, solo así explicaría la química a ímpetu que yacía entre sus piernas; sacrosanta inmaculada a concepción de la virgen Afrodita, y antigua maga que bailó entre mitos y sus hipérboles
y sus ojos, una reliquia mágica inconmensurable...santísima princesa bañada de símbolos, cánticos, ritos, poéticos, beatíficos de bálsamos angélicos... pues cualquier virtuoso que la acaricie exclamaría que su piel sería la más sublime escultura tallada, como si de «Castidad Velada» de Corradini se tratase.
y la miré, y la contemplé como Michelangelo al magno de «Sixtina»; la sístole de mi diástole: la síntesis de su paradiástole.