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Hanni se movió, el sonido de un débil pitido llenando rítmicamente sus oídos. Su cuerpo se sentía pesado, y cuando abrió los ojos, la intensa luz blanca de la cámara hiperbárica la hizo entrecerrar los ojos. Parpadeó rápidamente, ajustándose a su entorno, el familiar zumbido del equipo médico resonando suavemente a su alrededor. Los eventos de la noche anterior la golpearon de inmediato: el hombre enmascarado, la brutal pelea, el cráneo llameante... su cuerpo dolía con los recuerdos.

Al moverse ligeramente, vio una figura familiar justo más allá del cristal. Minji, con las manos hábilmente trabajando mientras cambiaba las vendas que envolvían su brazo y abdomen—las quemaduras de la cadena ardiente del hombre cráneo. Pero no fueron las lesiones de Minji las que captaron su atención. Fue el moretón en su mejilla, un oscuro recordatorio de su propia pelea. El corazón de Hanni se hundió, su pecho se apretó con culpa.

Sin pensarlo, Hanni empujó la puerta de la cámara. Sus piernas se sentían como gelatina mientras tropezaba hacia adelante, colapsando de rodillas frente a Minji, con lágrimas fluyendo por su rostro.

"Lo siento... lo siento tanto," sollozó Hanni, su voz quebrada y cruda. "Te hice daño... yo—" Su respiración salió en cortos y angustiados jadeos mientras el peso de lo que había hecho la abrumaba. "No quise... no quise—"

Minji, sorprendida, dejó caer las vendas que estaba sosteniendo. Rápidamente se arrodilló junto a Hanni, su rostro lleno de preocupación. "Hey, para. No deberías moverte," dijo firmemente, tratando de mantener la compostura, aunque la preocupación brillaba en sus ojos.

Pero Hanni estaba inconsolable, sus lágrimas cayendo sobre el frío suelo. "No sabía lo que hacía. No era yo, Minji. Podría haberlo... casi lo mato, y casi te lastimé a ti. Eres mi hermana mayor, mi propia familia. No sé en qué estaba pensando."

Minji dudó, sus emociones agolpándose. Había pasado las horas desde la batalla reviviendo el caos: la furia de Hanni, la pelea, la revelación del hombre cráneo sobre los sellos. El Profesor Lee había manipulado las emociones de Hanni; su tristeza, enojo y rabia habían sido amplificadas por los sellos.

Minji se arrodilló, agarrando suavemente los hombros de Hanni. "Hanni, necesitas escucharme," dijo suavemente pero firmemente. "No eras solo tú. El Profesor Lee... esos sellos que lanzó sobre Central Park, ¿recuerdas lo que dijo ese tipo? Hicieron que tus emociones se descontrolaran. Por eso te sentías tan enojada."

Hanni sacudió la cabeza, su cuerpo temblando mientras las lágrimas continuaban cayendo. "Debería haberlo luchado. Debería haber—"

"No," interrumpió Minji, su voz suave pero firme. "No podías luchar contra eso. Él lanzó esos sellos hace semanas, y han estado alimentándose de tus emociones desde entonces. Cuando murió, todos los que estaban bajo su influencia fueron liberados. Tú eres libre ahora. Esa ira, se ha ido."

Pero Hanni no podía deshacerse de la culpa. "Aún te hice daño," susurró, su voz quebrada. "Mira tu cara, Minji. Te golpeé. Yo—"

Minji tocó suavemente la cara de su hermana, apartando el cabello empapado de lágrimas de sus ojos. "Sí, me diste un puñetazo bastante fuerte," admitió con una pequeña sonrisa burlona. "Pero soy fuerte. Eres mi hermana pequeña, y sé que no eras tú. Aceptaría un centenar de golpes si eso significara que estarías bien."

Hanni sollozó en el hombro de su hermana, su cuerpo sacudido por el peso de todo lo que había sucedido. "Estuve tan enojada, Minji," se ahogó. "Podría haberlo matado. Casi lo hice. Y cuando te vi... tuve tanto miedo de haberte hecho daño."

Los ojos de Minji se suavizaron mientras abrazaba a su hermana más cerca. "No eras tú," repitió, su voz apenas un susurro. "Y ahora lo eres. Estamos bien, pequeña. Estás bien. Eso es lo que importa." Minji acarició el cabello de Hanni con suavidad, sintiendo la culpa y el remordimiento que emanaban de su hermana. "No me voy a ir," susurró.

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