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... A penas comenzaba a salir el sol en el horizonte, la cita estaba acordada exactamente cuando el sol se mostrará completamente en el horizonte, ni antes ni después; el llegar un poco antes había sido por mera costumbre pues sabían perfectamente que ella siempre llegaba en el momento que designaba y en esta ocasión no sería diferente.
El aire curioso sacudía la cabellera de ambos  y arrastraba una leve brisa desde la superficie del mar; apenas habían pasado dos noches desde la última tormenta y ahora el mar parecía un lugar apacible como si los invitará a sumergirse en él y eso hubiera sido una opción de no ser por el medio centenar de criaturas que se escondían en aquellas aguas: sirenas y tritones eran la menor de las preocupaciones existían al menos diez razas diferentes que habían sido avistadas en aquella playa específica todas hambrientas de seres humanos y ellos a pesar de toda la magia que los acompañaba seguían siendo humanos.
- ¿Cómo crees que se vea? – pregunto mientras se ajustaba el cinturón a la cintura.
- ¿Cómo? – pregunto el mirándola confundido.
- La bruja ¿Cómo crees que se vea?
- Pues como ella quiera, es una bruja – respondió sin terminar de entender.
- ¿crees que sea más bonita que yo? – lo miro fijamente para que supiera que hablaba en serio.
- No creo que pueda lograr crear un hechizo tan poderoso para verse tan hermosa como tú – dijo sonriéndole.
- Lo dices que porque tienes que decirlo.
- Si no me vas a creer, ¿Para que me preguntas?
- ¡No me levantes la voz que soy una dama! – dijo apuntándole con una daga que tenía en la mano.
Él se preguntó en qué momento había sacado esa daga de su cinturón, ni siquiera lo noto, pero no era de extrañar, después de todo era una de las mejores combatientes de su generación y todo señalaba que algún día sería miembro del concejo, aunque ese no era el sueño que ella perseguía.
- Tampoco podría duplicar tu carácter de mierda – dijo sonriendo.
- Aún no guardo la daga – susurro en tono amenazante.
- Lo siento, es que es tan divertido ver la cara que haces cuando te enojas que no puedo evitarlo.
- A mí no me parece gracioso – dijo guardando la daga en su cinturón – ya casi es la hora.
- Lo se- dijo mientras se volvía a ver en dirección del mar y frotaba su pulgar sobre el pomo de su espada.
- Estás nervioso – le dijo ella al notar cómo hacia ese movimiento de forma repetitiva.
- ¡¿Yo?! – dijo fingiendo estar indignado por el comentario – ¿Yo el gran Nicolás Chamterum Nervioso? ¡jamás!
- Estás frotando el pomo de tu espada, haces eso cuando estás nervioso – dijo señalando su mano – además ¿qué hace serpah aquí? ¿No se supone que estamos aquí en son de paz?
- Está aquí por el mismo motivo que traes un cinturón lleno de afiladas dagas.
- Buen punto, supongo que solemos ser precavidos.
- ¿Después de lo que le pasó al Paladín Jonathan? Creo que estamos siendo poco cautelosos.
- Además, sabes que yo no salgo sin por lo menos duraph y doran guardas entre mi ropa.
- Eso me consta; cuanto te invite al cine las llevaste contigo; ¿Qué pensaste que planeaba hacerte?
- ¿tú? No podrías ni asustarme, me preocupan los del otro lado y el hecho de que intenten algo contra nosotros y no estemos preparados.
- A veces creo que rayas en la paranoia.
- Silencio, ahí viene.
- Bien, nos tenemos el uno al otro y con eso basta.
- Igual que siempre.
- Y, por cierto, Jess – ella aparto la vista de la bruja que se dirigía en su dirección para verlo; el la mira fijamente sonriendo como casi siempre – lo que te dije sobre que no hay magia que pueda igualar tu belleza.
- ¿sí?
- Eso era completamente verdad.
Ella lo miró y se sonrojo, la rara vez le expresaba si la consideraba hermosa o no, ella siempre había pensado que el la veía solo como una compañera más, quizá una amiga, pero en el fondo de su corazón deseaba que él sintiera algo un poco más profundo por ella.

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LA SOMBRA DEL PACTO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora