Capítulo 3: Los Primeros Pasos

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El día se presentó gris y melancólico, una neblina densa envolvía la casa. A pesar de ello, mi curiosidad me impulsó a explorar.El aroma del café recién hecho y el suave tintineo de la vajilla me guiaron hacia la cocina. Al entrar, me recibió un ambiente acogedor. La gran mesa de madera estaba dispuesta con cuidado, cubierta con un mantel blanco que contrastaba con el mobiliario oscuro de la casa. Me sentí aliviada al ver que, a pesar de lo extraño del lugar, había un sentido de familiaridad en el desayuno.Sobre la mesa, un festín sencillo pero reconfortante me esperaba: tostadas doradas, crujientes por fuera y suaves por dentro, acompañadas de mantequilla y mermelada de frutas del bosque. Una bandeja con huevos revueltos, esponjosos y ligeramente salados, ocupaba el centro, mientras que un bol de frutas frescas —fresas, plátanos y manzanas— ofrecía un toque de color y frescura.Serví una taza de café humeante, sintiendo su calidez en mis manos mientras tomaba asiento en una de las sillas. La luz de la mañana se filtraba a través de las ventanas, iluminando el espacio con un brillo dorado. Pronto, otros residentes comenzaron a unirse a mí.Entre risas y charlas, me sentí agradecida por la compañía. Sofía comentaba sobre sus aventuras en Brasil, mientras Rafael, con su mirada intensa, compartía historias de sus experiencias como fotógrafo de naturaleza. La conversación fluía, y mientras disfrutaba de cada bocado de tostada y del sabor robusto del café, la sensación de comunidad comenzaba a formarse en mi nuevo hogar.Sin embargo, una inquietud persistía en el aire. A medida que desayunábamos, algunos mencionaron que habían sentido algo extraño en la casa desde su llegada. Me pregunté si lo que experimentaban tenía algo que ver con el lugar, pero decidí que era mejor disfrutar del momento.Finalmente, decidimos que era hora de explorar y despejar nuestras mentes. Al salir, el aire frío nos recibió y el olor a tierra húmeda llenó nuestros pulmones. El jardín era un laberinto de vegetación, y la neblina añadía un aire de misterio. Mientras caminábamos, comenzamos a descubrir plantas extrañas y flores que parecían brillar con un matiz sobrenatural.Fue entonces que Anya se detuvo de repente. —¿Ven eso? —preguntó, señalando hacia un rincón del jardín donde una sombra parecía moverse entre los arbustos.Todos nos volvimos hacia la dirección que ella señalaba. La sombra se desvaneció tan rápido como había aparecido, dejándonos con una sensación de inquietud.—Solo son sombras, no hay de qué preocuparse —intenté tranquilizarlos, pero mi propio corazón latía con fuerza.El resto de la tarde transcurrió entre risas nerviosas y conversaciones que intentaban ignorar la creciente sensación de que la casa no estaba tan vacía como parecía. Cada rincón se sentía impregnado de historias no contadas, de ecos del pasado que aún resonaban entre sus muros.A medida que el día se desvanecía y el cielo se tornaba de un gris más oscuro, sentí que la casa se cerraba sobre nosotros, como si estuviera tomando nota de cada uno de nuestros movimientos. Mientras nos reuníamos para cenar, la tensión en el aire era palpable, y me pregunté qué más misterios nos aguardaban en este lugar. La inquietud crecía, y aunque todos parecían intentarlo, sabíamos que esta aventura apenas comenzaba.La cena llegó acompañada de un aire de expectación. La gran mesa del comedor estaba nuevamente dispuesta, ahora con un toque más formal. Había un aroma delicioso en el aire: guiso de carne cocido a fuego lento, acompañado de puré de papas y verduras asadas. La luz cálida de las velas proyectaba sombras danzantes en las paredes, creando un ambiente acogedor, aunque aún había una tensión subyacente que no podía ignorar.Tomé asiento entre Sofía y Khalid. A medida que servían el guiso, los aromas envolvieron mis sentidos. Me sentí aliviada al ver a todos comer con entusiasmo, olvidando, al menos momentáneamente, la inquietud que había marcado nuestro día.Mientras degustaba el guiso, una mezcla de especias y sabores me transportó a momentos más sencillos. Pero la curiosidad sobre las plantas del jardín seguía rondando mi mente.—Oye, ¿cómo es que hay plantas tan raras en este lugar? —pregunté, rompiendo el murmullo de las conversaciones. Todos se volvieron hacia mí, sus miradas reflejando tanto interés como sorpresa.Sofía frunció el ceño. —Es una buena pregunta. Algunas parecen de otro mundo. He estado pensando en eso.—Quizás el clima aquí es diferente —sugirió Rafael, su mirada pensativa. —O tal vez la casa tiene algún tipo de conexión especial con la naturaleza.Khalid asintió. —He visto especies únicas en otros lugares, pero estas... Estas tienen algo extraño. Me recuerdan a plantas que crecen en terrenos olvidados.Anya, que había estado absorta en su comida, levantó la vista. —¿Y si las plantas tienen algún tipo de historia? Podrían haber sido traídas de otras partes del mundo. Este lugar ha tenido muchos dueños, y cada uno podría haber dejado su huella.La idea resonó en la mesa, y las conversaciones se animaron nuevamente. Todos comenzaron a compartir teorías sobre cómo esas plantas podrían haber llegado allí, pero la inquietud seguía latente, como si la casa misma estuviera escuchando.La conversación sobre las plantas continuó, llenando la mesa de teorías y risas nerviosas. Pero en un momento, mientras giraba un poco la cabeza para escuchar a Sofía, mi mirada se topó con Yossef. Su expresión me sorprendió. Había una sonrisa en su rostro, pero no era la misma que había visto antes. Esta era más profunda, casi inquietante, como si conociera un secreto que nosotros no.Un escalofrío recorrió mi espalda, y me sentí un poco mareada. Intenté centrarme en la charla, pero no podía quitarme esa imagen de la cabeza. En su mano, Yossef sostenía una planta brillosa, luminiscente en medio de la penumbra del comedor. Era similar a las que habíamos visto en el jardín, pero esta tenía un resplandor sutil que la hacía destacar aún más. En su otra mano, llevaba una taza de café, humeante, que parecía estar a punto de derramarse.—¿Yossef? —pregunté, incapaz de contener mi curiosidad—. ¿De dónde sacaste esa planta?Él giró su cabeza hacia mí, y su sonrisa se amplió. —La encontré en el jardín —respondió, su voz suave pero firme—. Parece que tiene propiedades especiales.Las miradas de todos se volvieron hacia él, la conversación se detuvo por un instante. Me sentí atrapada en su mirada, como si estuviera intentando descifrar un enigma oculto detrás de su sonrisa.—¿Propiedades especiales? —preguntó Sofía, un destello de interés iluminando sus ojos—. ¿Qué quieres decir?Yossef se encogió de hombros, pero su expresión se tornó más seria. —Algunas plantas aquí parecen tener una energía diferente. He sentido algo... curioso. Puede que sea solo mi imaginación, pero no puedo evitarlo.Una tensión palpable se apoderó del ambiente. Khalid se inclinó hacia adelante, intrigado. —¿Has probado tocarla?Yossef asintió lentamente. —Sí, pero creo que lo mejor sería dejarla donde está por ahora.Mi inquietud creció. Esa planta, con su resplandor extraño, parecía conectar todo lo que habíamos estado discutiendo. ¿Podría tener alguna relación con los fenómenos raros que habíamos sentido? Mientras pensaba en eso, el aire se volvió más denso, como si la casa estuviera prestando atención a nuestra conversación.—¿Crees que esté relacionada con las sombras en el jardín? —pregunté, sintiendo que debía compartir mis inquietudes.Yossef me miró, sus ojos destilando un misterio que me hacía sentir nerviosa y fascinada al mismo tiempo. —No lo sé, Clara. Pero hay algo en esta casa que parece estar vivo. Y no solo por las plantas.El escalofrío recorrió nuevamente mi espalda, pero esta vez lo ignoré. La cena continuó, pero mi mente estaba ocupada en lo que había presenciado. La extraña conexión entre Yossef, la planta brillante y la casa se sentía cada vez más intensa. No podía evitar preguntarme qué otros secretos nos deparaba este lugar.Mientras los platos se vaciaban y las conversaciones volvían a llenarse de risas, me pregunté si estábamos realmente a salvo. La casa parecía tener una vida propia, y yo comenzaba a sentirme como si fuera parte de algo mucho más grande y desconocido.Me pregunté si había algo más en la casa que todavía no habíamos descubierto, algo que conectara los misterios del jardín con lo que estábamos viviendo.

La Casa del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora