capitulo 2

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Zen no podía apartar la vista de la fotografía, cada vez más perturbado.

¿De dónde demonios salió esta foto? —murmuró, examinándola con más detalle—. Si es de tu primer año escolar, significa que este tipo te ha estado espiando desde hace bastante tiempo. —Suspiró, pasando la mano por su cara—. Probablemente la tiene colgada en su casa. Está completamente obsesionado contigo. Esto se está poniendo cada vez peor.

El timbre que anunciaba el final del receso sonó, indicando que era hora de volver a clases. Imogen, con gesto frío, tomó el ramo de rosas secas y lo dejó caer en el basurero más cercano. No le encontraba ninguna utilidad. Sin embargo, guardó la carta en su bolso.

Zen, sin decir nada, metió la fotografía en su bolsillo, observando cómo Imogen tiraba las flores pero conservaba la carta.

Tienes que tener cuidado —le advirtió—. Este tipo está completamente loco por ti, y parece ser muy peligroso.

Lo tendré —respondió Imogen, tratando de calmarlo—. Por ahora no ha hecho nada más, pero iré a hablar con el director si vuelve a enviarme algo...

Cada uno se dirigió a su respectivo salón. Imogen se sentía incómoda, como si algo oscuro la envolviera. Trataba de convencerse de que todo esto no era más que una broma, algo sin importancia. Pero una pregunta inquietante seguía rondando su mente: ¿Y si de verdad había alguien tan obsesionado con ella, al punto de matar a quien se interpusiera?

Zen, Edgar y Logan estaban igual de inquietos. Especialmente Zen, su mejor amigo. No podía quitarse de la cabeza la carta y la fotografía. Todo era demasiado turbio, demasiado real. La carta, con esos rastros de sangre en las esquinas, confirmaba que no era una simple broma. Mientras caminaba hacia clase, Zen no podía dejar de pensar en el enfermo que había escrito esa carta. Su ansiedad crecía con cada paso, temiendo que esa persona estuviera dispuesta a matar no solo a cualquiera que se acercara a Imogen, sino también a él.

 Su ansiedad crecía con cada paso, temiendo que esa persona estuviera dispuesta a matar no solo a cualquiera que se acercara a Imogen, sino también a él

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Esa tarde, ya eran las 7:00 p.m. Imogen estaba en su habitación. Trató de distraerse de todo aquello que la había perturbado durante el día, poniéndose sus audífonos y escuchando música mientras dibujaba. Era una noche fría y oscura; el único sonido en su habitación era el lápiz deslizándose por el papel y la música que llenaba sus oídos. Pero a lo lejos, un ruido leve rompió la calma.

¿Fyodor? —preguntó en voz baja, refiriéndose a su gata de apenas un año. Imogen le ponía nombres de escritores a todas sus mascotas, una tradición que compartía con su madre, ambas apasionadas por la lectura—. Debe ser Fyodor... —dijo, quitándole importancia mientras volvía la vista a su hoja de papel.

Sin embargo, el ruido se hacía más fuerte. Provenía de la ventana, justo frente a su habitación. A través de los audífonos, escuchaba claramente cómo algo raspaba el vidrio. Imogen fijó la mirada en la ventana, su corazón acelerándose.

¡Ah! —gritó, sobresaltada. Pero al ver a Fyodor del otro lado del cristal, su respiración se calmó un poco. Se acercó a la ventana y la abrió—. Debes tener frío, pequeña traviesa. Me asustaste.

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