3. Disculpas.

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-¿En que tanto piensas?- me pregunta Lissa sacándome de mis pensamientos.

-En lo lindo que fue la época del instituto- digo con ironía recordando lo duro que fue ese momento.

-Ah eso, no lo pienses tanto, esos hijos de puta me ponen de malas.

-Bueno pero vámonos que llegaremos tarde.

Logre convencer a Lissa de que fuéramos a la exposición de pintura en el museo, estoy segura que le gustará solo que dice que no para molestarme. Espero que la exposición resulte realmente buena porque el costo de la entrada era algo costoso para que resulte ser una completa estafa.

Lissa va conduciendo mientras yo me encargo de poner música, vamos platicando sobre Rebecca y su pronta mudanza, llegamos rápido a nuestro destino y la verdad es que no se ve mucha gente. Cuando compre los boletos venia una nota que decía que la exposición era formal, Lissa y yo nos pusimos unos vestidos muy parecidos, el de ella en color morado, que resalta sus ojos verdes y yo en color azul.

Caminamos hacía la entrada del museo, sigo maravillada por la fachada es tan bella y parece algo irreal. Cuando entramos al museo se percibe una música clásica y llegando a la sala donde es la exposición un chico con cara de aburrido nos pide nuestros pases.

-Son estos, los compre en línea- le digo extendiéndole mi teléfono.

Tengo esa sensación de que lo he visto antes, su cara me resulta algo conocida, no dejo de verlo mientras el escanea nuestros pases, cuando me entrega el celular sus ojos conectan con los míos y parece como si estuviera viendo un bloque de hielo, sus ojos no tienen expresión alguna.

-Ya pueden pasar- dice él abriendo la puerta para que podamos pasar, a mi lado Lissa va arreglándose el vestido.

Hay varios cuadros, podría decir que unos 10. Hacemos el recorrido en el orden y cuando vamos por la mitad tomamos una copa de vino y seguimos observando los cuadros, son bonitos y transmiten muchas emociones cuando los ves; uno me llama la atención, da una apariencia como de una tormenta, pero justo en el centro hay una chica, mientras todo su entorno es gris y negro, ella es luz.

Continuamos y minutos después nos hacen saber que el pintor dará unas palabras, Lissa dice que esto le resulta aburridísimo pero que lo hace solo por acompañarme, un hombre como a mediados de sus veintes sube a una especie de escalón, es alto, cabello castaño y una barba muy cuidada, viste un traje color negro. Resulta que él es el pintor.

-Buenas tardes, primero que nada muchísimas gracias por venir, es un honor para mi que se tomaron el tiempo de venir a ver mi arte- mientras el sigue hablando, agradeciendo y demás Lissa esta cada vez más aburrida y para ser sincera decido que cuando termine de hablar nos vamos, pobre de mi amiga.

El pintor termina su pretencioso discurso unos minutos después en donde nos hace saber que todos los cuadros exhibidos ya están vendidos y a decir verdad se cotiza algo «muy» elevado, por eso el costo del pase, nos entregan una especie de obsequio en una muy elegante envoltura.

-Vámonos Li, no soporto los zapatos- mi amiga me ve con agradecimiento.

-Gracias al cielo, necesito descansar.

Vamos directo a la salida, y esperando no llamar la atención de nadie, se supone que deberíamos estar alabando al aclamado pintor, no yéndonos de su exposición, cuando estamos por llegar a la puerta esta se abre dándome un golpe en la frente, maldigo en voz baja y levanto la vista, y para mi sorpresa el tipo de la entrada me mira con sus ojos grises fríos, y ahi lo reconozco, es el que me golpeo con la puerta el día que estaba viendo el tablón.  

-Ten cuidado, niña- dice y lo miro de mala manera.

-No soy yo la que va golpeando a personas con las puertas- es todo lo que digo. El mira a mi lado, y se sorprende a ver a Lissa.

Polos opuestosWhere stories live. Discover now