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Fui asustadiza, pero ahora no podía darme el lujo de serlo; aprendí a ser todo lo contrario a lo que era antes. Aprendí a sobrevivir.
Izzy cumplió seis años. Ha sido difícil para ambas. Suelo frustrarme al pensar en ella, porque ya no puede tener una educación digna ni ir al colegio. Es más, jamás tendrá una vida normal. Es complicado, pero terminé aceptándolo y adaptándome a este nuevo mundo.
Le enseñé a no tener miedo; era la única manera de sobrevivir. Me tiene a mí para protegerla, pero también le he enseñado a ser independiente y le he dejado claro lo que debe hacer en cualquier escenario. Vivo con el miedo constante de ser mordida, porque ella estaría totalmente sola y a la deriva.
El inicio fue lo más difícil. Tuve que aprender muchas cosas, aunque el instinto de supervivencia es más fuerte que cualquier otra cosa.
No hemos estado todo este tiempo solas. En el camino, me he encontrado con personas. La ultima vez me encontré con un pequeño grupo. Mi primer error fue confiar demasiado en esas personas; pensé que empatizaban con nosotras, pero como dije, el instinto de supervivencia a veces supera todo, hasta los valores humanos.
Fue la primera vez que maté a una persona. Eran tres hombres con una historia confusa. Decían que andaban buscando a la esposa de uno ellos. Así que confié hasta que intentaron abusar de mí y de mi hija; no tenía otra opción. No sé de dónde saqué ese lado de mí, pero ni siquiera yo me reconocí. No salí intacta, pero al menos terminé viva. Eso no fue hace mucho. Decidí que lo mejor era quedarnos en esa cabaña, al menos por la noche. Comimos de las provisiones que tenían y saqué todo lo que nos podría servir para el camino.
Izzy se volvió más callada; ya no era esa niña inocente y curiosa. Nunca le ha pasado algo más allá del susto, por suerte. Pero ha visto cosas que ningún niño debería.
Aún así, siempre tiene una sonrisa reconfortante para mí. Siento que intenta decirme sin palabras que no es mi culpa. No entiende todo muy bien, pero no es tonta. Todavía intento que su infancia sea algo que recordar. Cuando saqueo casas, siempre estoy atenta a las habitaciones de niños. Guardo juguetes, peluches o libros para que coloree. Le cuento cuentos y a veces le canto melodías para hacerla dormir.
Últimamente no he tenido la oportunidad de hacer nada de lo anterior. Me encontraba débil y sin fuerzas. Llevaba la ropa sucia, el cabello enredado, y manchas de sangre seca cubrían mi camiseta. Podrían confundirme fácilmente con una de esas cosas infectadas. Izzy caminaba a mi lado con su mochila en los hombros y el peluche que encontré la última vez en sus manos. Observaba el dragón de peluche con interés.
Izzy recibía todas mis porciones, por lo que no estaba tan débil como yo, pero aun así, se veía agotada.
No hemos visto ningún refugio o casa cerca; llevamos cuatro días caminando por el bosque desde que dejamos aquella cabaña. Nos queda poca comida y agua.
