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En el rincón más silencioso del aula, sumida en la penumbra de un viejo libro que mi abuela me había obsequiado, me sumergía en palabras que parecían susurrar secretos de tiempos olvidados. Era mi refugio, mi escape. Las palabras tenían una magia que me envolvía, transportándome a otros mundos donde no existían los murmullos ni las miradas curiosas de mis compañeros de clase. Esta vez, mi elección había sido "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen, un clásico que siempre me recordaba que el amor, a veces, se oculta tras los prejuicios.

Pero aquel día algo diferente sucedió. Mientras las letras bailaban frente a mis ojos, una notificación vibró en mi bolsillo. Mi corazón saltó. “Mensaje privado: @RedPhoenix ha respondido a tu comentario en el foro”. Fruncí el ceño.

RedPhoenix era el usuario que había arruinado todas mis publicaciones. Cualquier idea que expresara en ese foro de literatura online, él estaba ahí, criticando, buscando cada punto débil. Habíamos comenzado una guerra virtual hacía meses, y aunque nunca lo admitiría en voz alta, su inteligencia me retaba. Mis dedos se movieron rápido para abrir la aplicación.

RedPhoenix: “Otra vez con tus ideas absurdas sobre el romanticismo. Creí que ya habíamos pasado esta etapa de novelas del siglo XIX. ¿De verdad no tienes argumentos más actuales?”

Sentí el calor subir por mi cuello. ¡Él siempre lograba sacarme de mis casillas! Mi respuesta estaba lista para lanzarse como una bala cuando la voz del profesor interrumpió el silencio del aula.

—Clase, hoy tenemos un nuevo estudiante. Mateo Jiménez.

Levanté la mirada lo justo para ver al chico que entraba al salón con un aire despreocupado. Cabello desordenado, ropa demasiado casual, y una mirada que parecía escanear cada rincón del aula antes de detenerse en mí. Fue como si el tiempo se congelara por un momento. Algo en su semblante me resultó extrañamente familiar, pero no le di importancia. Volví a mi teléfono, buscando terminar el mensaje para RedPhoenix.

Sin embargo, no tuve tiempo de responder. El profesor señaló el asiento vacío justo a mi lado.

—Siéntate junto a... —el profesor hojeó la lista de asistencia— junto a Camila, ella puede ponerte al corriente.

Un suspiro apenas perceptible escapó de mis labios. Claro, justo junto a mí. Mateo se dejó caer en la silla a mi lado con un suspiro de fastidio, como si el solo hecho de estar allí fuera una carga. A medida que los minutos avanzaban, su presencia resultaba cada vez más sofocante. Aunque no lo miraba directamente, podía sentir su mirada ocasional sobre mí, analizándome, intentando descifrar quién era yo.

—¿Qué lees? —preguntó de repente, rompiendo el silencio incómodo entre nosotros.

Giré el libro para que pudiera ver la portada sin decir una palabra. Sus ojos se detuvieron en el título: “Orgullo y Prejuicio”.

—Interesante... —murmuró con una sonrisa irónica—.

Rodé los ojos. "Los puentes de Madison County" esperaba en mi mochila, pero no era el momento de explicarle mis preferencias literarias.

Cuando volví a mirar mi teléfono, había otro mensaje de RedPhoenix.

RedPhoenix: “Te apuesto que no tienes la valentía de debatir esto cara a cara”.

Mi corazón dio un vuelco, pero antes de que pudiera responder, noté un leve movimiento a mi lado. Mateo sacó su teléfono de su bolsillo, y lo que vi en su pantalla fue suficiente para que mi mundo se tambaleara.

“Nuevo mensaje privado de @RedPhoenix”.

Me quedé paralizada. Mi enemigo en línea... estaba sentado justo a mi lado. Mateo, el chico que había destrozado mis argumentos en debates virtuales, el mismo que me irritaba más allá de lo imaginable, era RedPhoenix. Y yo, Camila, había pasado meses peleando con él sin siquiera saberlo.

Giré la vista hacia él lentamente, sin saber si reír, llorar o gritarle. Pero en lugar de decir algo, guardé mi teléfono y volví a mi libro. Esta batalla no había hecho más que empezar.

Con las letras de tu nombre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora