Capítulo 0

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La ironía me ha ayudado a entender que nada vale realmente la pena a menos que lo veas desde otro punto de vista

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La ironía me ha ayudado a entender que nada vale realmente la pena a menos que lo veas desde otro punto de vista.

Mientras más evites algo, más lo atraes. Mientras más te esfuerces, al final ese esfuerzo puede quedar en menos que nada.

Ironías que resultan divertidas si eres espectador.

Así como yo en este momento, mientras presencio una entretenida ironía.

Los ojos de mi padre se abren lentamente, aún aletargado debido al duro golpe que le di en la cabeza.

Ah, pero cuando él solito se golpeaba contra la pared no le pasaba nada. Parece que hay una gran diferencia entre el concreto y un tubo metálico, y su desmayo es la prueba de ello.

Empieza a removerse al notar las cuerdas que inmovilizan sus brazos y piernas, y ahora sí que anda bien despierto, lo que es genial porque no iba a ponerme a esperar otro minuto más mientras recobraba por completo el conocimiento.

—¿¿Qué es esto?? —su nerviosismo me resulta irónico.

En todos estos años nunca lo he visto de ese modo sin importar cuán duro me golpeara, al contrario, lo hacía con suma confianza y hasta diría con algo de orgullo.

Es un padre muy orgulloso por dejar semi inconsciente a su única hija.

Como me encuentro sentada en el suelo cruzo las piernas adelante y dejo el tubo a un lado.

—¿Te gustan? —digo en alusión a las cuerdas de las que trata de zafarse—. Las conseguí en oferta en la ferretería en donde solía trabajar cuando le dije a mi ex jefe que las necesitaba para un asunto familiar.

—¡¿Qué mierda crees que haces?!

Me lanza una de esas usuales miradas como cada vez que le resulto una molestia. O sea, todo el tiempo.

—Descuida, usé el dinero que suelo reservar para comprarme algo de comer, no me atreví a tocar tus ahorros que con tanto esfuerzo me robaste.

—¡Suéltame ahora mismo!

—No.

—¿No? —Tuerce la cara de un modo desagradable.

De niña solía tener pesadillas con ese rostro, ahora solo me provoca asco.

—Creo que has malentendido una cosa, padre. —Cojo el tubo y me pongo de pie.

Se tensa en cuanto lo agito, tal vez notando recién la sangre que cubre el otro extremo y sospechando que es de él.

—¿Crees que dejé que me hicieras lo que quisieras porque te temía? —Meneo el tubo frente a su rostro, y lo observa como si estuviera hipnotizado por este—. Lo hice por una sencilla razón.

Eleva su mirada hasta mis ojos.

—Porque me daba igual.

No le veía el punto a defenderme, buscar ayuda o escapar de él, si igual a donde sea que fuera iba a resultar más de lo mismo. Una vida sin sentido.

Obsesionada con el protagonistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora