Capítulo 2.

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Sábado.

Sexto día de la semana.

Sábado con S de "sleep"

Y sleep significa dormir. Así que mi plan para disfrutar mi sábado era el mejor; dormir todo el día.

O eso hubiese querido. Hasta que escuché como tocaban la puerta de la habitación.

Mi hermoso, y perfecto sueño se vio interrumpido. Odio mi vida.

Aún con más del ochenta por ciento de mi cuerpo dormido, me moví y busqué con mi brazo sin razón alguna a quien siempre duerme conmigo. Pero extrañamente recordé un par de ojos rojos y una sonrisa que no salían de mi cabeza.

Me levanté y pude notar que él no estaba.

Con razón había dormido tan cómoda.

—Señorita Kanao ¿está despierta? — pude oír una voz femenina tras la puerta.

Me estiré perezosa y tallé mis ojos por unos segundos. Me levanté y caminé hasta la puerta para después abrirla y encontrarme con una criada.

—Buenos días. Señorita Kanao.

Bostecé y luego asentí —. Buenos días.

—Lamento haberla despertado. Pero tiene una visita.

¿Visita? ¿Yo?

No acostumbro a tener visitas a mí nombre, por lo general es mi novio quien las tiene.

—¿Visita? — repetí sorprendida.

—Así es.

Suspiré, de seguro se habían equivocado.

—Bien. Dile a nuestro visitante que en quince minutos estaré en el despacho. Mientras tanto, ofrézcanle algo de tomar.

—Sí, señora. — la chica asintió y rápidamente se fue.

Bostecé perezosa y cerré la puerta.

Busqué entre mi ropa algo que me sea cómodo y a su vez presentable. No quería que notaran que estaba recién despierta.

—Este.

Una sudadera purpura. Mi favorita.

Me arreglé un poco y salí.

Mientras iba al despacho saludaba a todo el personal de la casa, quienes me devolvían el saludo muy animadas y sonrientes.

Me gustaba eso, podía ver que se sentían cómodas con mi presencia.

Y a su vez, la imagen de aquel chico pelirrojo seguía en mi cabeza. No paraba de aparecer ahí.

—Señorita Kanao. El despacho está al otro lado...

Volví a la realidad cuando la misma criada que me había llamado me habló.

—¿Qué? — sacudí mi cabeza al notar que estaba llegando al jardín.

¿Acaso me centré tanto en ese recuerdo que me perdí de la realidad?

—El despacho está al otro lado, señorita.

—Ah, sí. Discúlpame.

La chica hizo una pequeña reverencia y se retiró.

Yo hice lo mismo, ahora sí a donde debería de ir.

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