Capítulo 3.

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Me estaba empezando a arrepentir de estar aquí.

La música estaba muy alta.

Las únicas personas que conocía eran mis hermanas y mejores amigas.

Y había mucha, demasiada gente.

Nos sentamos todas en una mesa algo apartada. Mitsuri fue la encargada de traer las bebidas.

—¡Qué comience la diversión!

Alzamos nuestros vasos y brindamos.

No había nada nuevo en la vida de ellas. O bueno, sí.

Kanae estaba saliendo con Sanemi Shinaguwa, un capitán de la policía.

Shinobu, con Giyuu Tomioka, un entrenador físico de alto rendimiento.

Mitsuri con Iguro Obanai, un profesor de química en Oxford.

Aoi por el momento no sale con nadie.

Y yo... bueno, tengo salud.

Eso está por encima de todo, ¿no?

Aunque, bueno. También tengo pareja.

Pero... ¿por qué siento esto tan monótono y vacío?

Después de eso, lo he tenido todo y pude cumplir mi sueño de ser una bailarina.

Aun así... siento que algo me falta.

"No sabía que habías salido de viaje de nuevo. Espero que todo salga bien. Cuidate."

No esperaba respuesta alguna de su parte. Cuando él salía, nunca leía mis mensajes ni contestaba mis llamadas.

Pero siempre le deseaba un buen viaje.

En cierto momento, ya estaba muy aburrida y la cerveza que estaba tomando ya la había terminado.

Kanae y Mitsuri habían ido al baño. Aoi y Shinobu hablaban de algo que no entendía.

Suspiré y me levanté de la mesa —. Iré a tomar aire. No tardo.

Eso fue lo único que les dije.

Quería irme.

Cuando salí del local, tomé una gran bocanada de aire.

Y a mi mente nuevamente vino la sonrisa del pelirrojo.

—¿Por qué estás tanto en mi cabeza?

—No esperaba verte por aquí.

Me volteé y casi me da un paro cardiaco.

—Tanjiro...

Sentí como si el tiempo se detuviera a mi alrededor.

Un escalofrió recorrió toda mi espalda, dejándome sin aliento.

¿Qué...qué hace aquí? ¿Cómo es posible?

Miles de preguntas invadieron mi mente en tan poco tiempo que quedé en blanco.

Estaba nerviosa, mucho. Casi por instinto escondí mi mano izquierda detrás de mi espalda. Sentía mi pulso acelerarse y mis manos sudando.

¿Qué hago? ¿Qué le digo?

Pero entonces... algo cambió.

Me sentía... feliz.

Mi sorpresa al verlo, y mis nervios al tenerlo frente a mí fueron poco a poco apaciguándose.

Coreografias del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora