El edificio del jardín de infantes se erguía ante nosotros como un recordatorio colorido de dónde se supone que deberíamos estar. Para Juleka y para mí, era el primer día de clases. Para mí, en particular, era otro paso incómodo en esta vida nueva que aún trataba de entender. Estar rodeado de niños de seis años, con mentes llenas de cosas infantiles, me hacía sentir... fuera de lugar. No nervioso, pero definitivamente incómodo.
Sostuve la mano de Juleka mientras Anarka nos conducía hacia la entrada. Ella, siempre callada, apretaba mis dedos con fuerza, como si con eso pudiera alejar la incomodidad de estar rodeada de desconocidos. Aunque yo sentía más o menos lo mismo.
—Todo va a salir bien, ya verás —dije en voz baja, no porque creyera que necesitaba tranquilizarme, sino porque sabía que Juleka sí lo necesitaba.
Ella me lanzó una mirada rápida, apenas perceptible, pero la preocupación seguía ahí. Había algo en su silencio que solo yo podía entender. Me preocupaba cómo los otros niños podrían interpretar su naturaleza reservada, y la idea de que ella pudiera sentirse sola me inquietaba. Pero a pesar de todo, entendía que ella necesitaba aprender a separarse de mí, aunque fuera por un par de horas.
Los cuidadores nos habían explicado que nos pondrían en salones distintos. "Fomentar la independencia", dijeron. Independencia... Era irónico, teniendo en cuenta el estilo de vida que había tenido antes de reencarnar.
Cuando Anarka nos dejó frente a la puerta, con su sonrisa despreocupada, el momento de la separación finalmente llegó. Juleka me miró de nuevo, con ese destello de ansiedad en sus ojos. Sabía lo que estaba pensando, pero tenía que hacer algo para aligerar la situación.
—Juleka —le dije con una sonrisa tranquilizadora, inclinándome hacia ella— si alguien en tu salón te molesta, solo dímelo. Le rompo las piernas y listo.
Por un momento, sus ojos se iluminaron con una chispa de sorpresa, y aunque no dijo nada, pude ver la pequeña sonrisa que intentó ocultar. Esa sonrisa era lo único que necesitaba para saber que ella iba a estar bien... Y si alguien en verdad la molestaba, siempre podía hablar con uno de los cuidadores, o darle una bofetada, depende la paciencia que tenga en el momento.
—Nos vemos después, te quiero —dije para luego darle un suave beso en la frente, antes de irme en dirección al salón que me habían dicho que fuera.
Mientras caminaba hacia mi salón, no pude evitar sentir un leve hormigueo de incomodidad. Había algo extrañamente surrealista en esta situación. Con una mentalidad de dieciséis años atrapada en el cuerpo de un niño de seis, yendo a un jardín para niños que muy apenas saben la mitad del alfabeto... Ahora que lo pienso, toda mi vida hasta ahora es surrealista.
Al llegar a la puerta de mi salón, un grupo de niños ya estaba jugando con bloques de construcción, mientras otros se perseguían alrededor de las mesas pequeñas. Me detuve un momento, observando el caos, tratando de decidir dónde encajaba, si es que había algún lugar para mí aquí.
La cuidadora me sonrió, una mujer alta con un peinado perfectamente recogido. Sus ojos parecían amables, pero no me dirigí hacia ella. En lugar de eso, preferí observar la habitación, buscando algo que me anclara. Entonces, lo vi. Un niño pelirrojo, apartado del bullicio, concentrado en lo suyo, y dibujando en un cuaderno con una precisión inusual para su edad. Al menos, parecía más tranquilo que el resto.
Me acerqué con paso lento, más por curiosidad que otra cosa. Me incliné un poco para ver mejor lo que estaba dibujando. Eran formas sencillas, pero hechas con detalle. Caras, edificios, paisajes, todo en líneas simples, pero con algo... A quien engaño, este niño de 6 años dibuja mejor que yo en mi vida pasada con 16 años.
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"Un Alma, Dos Vidas"
Fanfiction"Después de una vida difícil, un adolescente muere y despierta en el cuerpo de Luka Couffaine. Con los recuerdos de su pasado intactos, ahora debe navegar una nueva vida, cargando las cicatrices de la anterior." No soy dueño de Miraculous, ni de las...