VI

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El suave murmullo de las olas golpeando el casco del barco me arrastraba lentamente fuera de un sueño tranquilo. Parpadeando con pesadez, y luchando contra el peso del sueño que aún me envuelve mientras me muevo entre las sábanas. Estire mi cuerpo buscando mayor comodidad, eh intentando aplazar unos minutos más el inevitable momento de levantarme. Pero, como siempre, una voz demasiado tranquila me trae de vuelta a la realidad.

—Maestro Luka, es hora de despertar.

Abrí los ojos lentamente, solo para verlo, observándome con esos ojos sabios y serenos. Sass. Mi compañero, amigo y guía, flotando justo al lado de mi cama. A estas alturas, ya no me sorprende verlo así cada mañana; se ha vuelto una rutina que él me despierte. Y su compañía siempre es agradable, aunque su forma de llamarme "Maestro Luka" todavía me resulta extraña.

Soltando un suspiro, me giro entre las sábanas, aún envuelto en la calidez de mi cama. Sin muchas granas de levantarme, especialmente porque siempre que lo hacía, un inmenso frio me envolvía.

—¿Qué hora es, Sass? —murmuro, la voz ronca del sueño aún presente mientras me desperezo.

Sass, disfrutando de un ositos de gomita, responde con esa calma habitual.

—Son las seis treinta, Maestro Luka. Es temprano, pero hoy tiene entrenamiento con el maestro Fu.

Asentí lentamente, todavía con sueño, y me obligué a sentarme en el borde de la cama. El frío me envolvió enseguida, y comencé a despabilarme. Me llevé una mano al cabello, apartándolo de mi rostro, y dirigí la mirada hacia el espejo pegado en la puerta de mi armario.

Frente a mí, mi reflejo me devolvía la mirada. Aún en ropa interior, observé el cuerpo que había entrenado hasta el punto de parecer un físico culturista. Dormir así me hacía sentir más libre, y, de alguna forma, me hacía estar en contacto conmigo mismo.

Observé los músculos de mi torso y brazos, marcados y definidos. Mi rostro delgado, mi piel suave y mi cabello negro con las puntas teñidas. Fácilmente se me podía considerar alguien atractivo, a comparación con mi vida pasada donde era alguien común en el mejor de los casos... La genética de mis padres, y el constante entrenamiento con Fu había hecho maravillas en mi cuerpo.

Sonreí levemente, tomando una camisa que colgaba de una silla junto al espejo.

—Ummmm, ¿Qué hora es hermano? —La voz adormilada de Juleka me sacó de mis pensamientos.

Al voltear hacia la otra cama, la vi moviéndose entre las sábanas, su cabello oscuro desordenado cubriendo parte de su rostro. Ella también dormía en ropa interior, una costumbre que, curiosamente, parecía haber adoptado de mí... Eso no era algo realmente bueno.

Sonreí con cariño, observándola por un momento. Sabía que, en su propio estilo reservado y callado, Juleka me admiraba, aunque pocas veces lo dijera en palabras.

—Son las seis treinta, pero no tienes que levantarte todavía —le respondí en voz baja, para no despertarla del todo.

Ella solo murmuró algo inaudible y se dio media vuelta, acurrucándose de nuevo en su cama. Sass me dio un pequeño empujón en el hombro, recordándome que tenía que seguir con mi rutina.

Me puse la camisa y, con un último vistazo a Juleka para asegurarme de no haberla despertado completamente, salí de la habitación que compartíamos.

El agua fría del grifo sobre mi rostro terminó de despejarme, borrando los últimos rastros de sueño. Con movimientos metódicos, cepillé mis dientes, observando mi reflejo en el pequeño espejo del baño. Ya completamente despierto, salí del baño en silencio y me dirigí a la cocina.

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⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

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