Capítulo 1: La Cabaña

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Todo era diferente. Apenas abrí los ojos me sentí perdido, desconcertado por lo que me rodeaba. Eché un ojo por el lugar: estaba acostado sobre una cama de tulipanes en una explanada sacada de una obra de arte, donde destacaba una pequeña cabaña que se posaba al lado de un bosque. Decidí investigar en busca de respuestas. Mientras más me acercaba, un aroma delicado y dulce se apoderaba de mis sentidos. El jardín en la entrada transmitía armonía y delicadeza. El césped abrazaba mis pies descalzos. La puerta de la cabaña estaba adornada con un pequeño y tierno letrero colgante. "¡Panadería!" tenía escrito. Decidí pararme al frente de la puerta, sin embargo, antes de que siquiera pudiera tocarla, un hombre con una característica sonrisa la abre.

"¡Holaaa, buenos días!", exclama el extraño. "Te vi desde lejos; llevabas un buen rato acostado por allá", dijo, señalando con una mano el lugar donde desperté. "Así que decidí hacerte algo de comer", añadió, mostrando una bandeja llena de buñuelos. Yo estaba ciertamente confundido, pero decidí aceptar su presente. Me invitó a entrar y fue muy cortés, yendo de aquí para allá, arreglando la mesa para comer y tomar café. Mientras estaba ocupado, me distraje observando tanto a él como a su hogar. El hombre parecía tener un carácter calmado, alguien que se preocupaba por los pequeños detalles, casi llegando a ser perfeccionista. Sus movimientos expresaban pura armonía al desplazarse por los espacios de su casa. Cada detalle de su casa estaba bien cuidado; las baldosas del suelo relucían, tanto como si ninguna partícula de polvo se atreviera a tocarlas. La madera rústica de las paredes le daba un toque bello al lugar, pero mi atención se centró en un detalle inquietante: tenía muchos cuadros de sí mismo con otras personas, cuyas caras estaban recortadas de las fotografías. Solo un cuadro, en vez de tener la cara recortada, mostraba una fotografía del hombre abrazando a alguien y dándole un beso. La imagen estaba rayada en la zona de la cara de la otra persona generando en mí una vibra espeluznante. Antes de poder seguir pensando en esa foto, él llegó colocando las servilletas en la mesa. "Perdón por toda la formalidad, no suelo recibir gente en casa", dice mientras toma un sorbo de su taza de café.

"Los sueños se hacen realidad", digo en voz baja.

"Ah, sí, es el mensaje de mi taza. Las hago yo mismo en mi sótano, es una de mis pasiones secretas", me guiña el ojo y suelta una risa silenciosa. "Disculpa por no presentarme, me llamo "Avic o Vic si te suena muy raro mi nombre, tengo 30 años y vivo en esta pequeña cabaña con mi dulce esposa, ella no está aquí ahora, fue a recoger algunas flores al bosque, nada de qué preocuparnos".

La conversación continuaba, pero mi cabeza se sentía agobiada. ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué no puedo recordar mi propio rostro? ¿Quién soy en realidad? No podía prestar atención a todo lo que me decía hasta que él decidió preguntarme: "Oye, ¿estás bien? Te veo un poco perdido en tus pensamientos. ¿Quieres un poco de café?". Su voz tibia y suave denotaba una preocupación genuina. Su pregunta logró sacarme de mi trance y le respondí: "No, disculpa, no quiero café. Solo que aparecí de la nada en este lugar sin saber quién soy, de dónde vengo, ni cómo me veo...". Antes de que pudiera terminar de hablar, él recuperó su sonrisa y su postura habitual para responderme: "A veces uno puede sentirse perdido en algún momento de su vida, pero nunca está mal empezar de cero". Su respuesta generó en mí un poco de rechazo, pero lo dejé continuar. "¿Sabes? A mí y a mi esposa no nos vendría mal un poco de ayuda en la panadería. Ella y yo siempre quisimos tener un hijo, pero hubo complicaciones que no lo permitieron. Podrías vivir aquí con nosotros; sé que te acostumbrarás. La vida en este bello lugar es como vivir en un sueño; puedes ser quien quieras estando aquí".

Un poco desconcertado, respondí: "No quisiera empezar de cero. Sé que tengo un nombre, una vida, pero mi cabeza no puede recordar. No podría dejarla tan bruscamente".

Él suspira y, un poco decepcionado, responde: "Está bien, pero quédate esta noche, por favor, ya está oscureciendo". Me mira, y sus ojos reflejan los últimos rayos de sol y una tristeza enorme. Se levanta de su silla y mira hacia la ventana, donde el sol se oculta entre las verdes montañas. "A primera hora del día salimos a buscarte a ti mismo", dice, volviéndose hacia mí y extendiendo su mano, recuperando su sonrisa. "¿Trato?".

Decido estrechar su mano y quedarme esa noche a dormir. Me llevó al segundo piso de su cabaña. Por fuera, esta parecía más pequeña de lo que había creído. Mientras íbamos caminando noté algunas maderas flojas que rechinaban al tocarla. Pasamos por un pasillo donde estaban los cuartos, cada uno con un cartel en blanco colgado en la puerta, excepto el que sería mi destino. "Este es el cuarto de invitados. Procuré limpiarlo antes de que llegaras", me dijo con una voz apagada. "Sé que te sentirás muy cómodo. Si cambias de opinión, puedes decírmelo". Me dedicó una última mirada con esperanza antes de cerrar la puerta e irse.

Lo primero que noté al entrar fue que él estaba cuarto totalmente vacío exceptuando una cama al fondo con dos mesas de noche, una a cada lado de la cama, aparte de eso la habitación tiene un aire que contrasta mucho con el resto del hogar. Me dirijo a la cama me siento en ella, en comparación del lugar donde me desperté, este se sentía como sentarse en una nube, me trajo una calma inesperada, se siente como una fuerza externa me obligara a acostarme en ella, finalmente me acuesto y me induce a dormir, mis últimos pensamientos antes de cerrar los ojos fueron las palabras de Avic, tal vez quedarme aquí no sea tan malo, tal vez no hace falta realmente recuperar una vida que difícilmente supera a la vida que puedo tener en este lugar, tal vez...

Mi sueño se volvió profundo, sentía que estaba en un cuarto totalmente oscuro, el cual no podía ver en donde se acababa, hasta que una figura sin rostro que iluminaba todo con su belleza, bajaba de los cielos tal cual Ángel para decirme "Sabes que detesto más que la injusticia... ¡La mentira! Yo realmente puedo ayudarte a ti mismo".

El limboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora