Naruto l'amant interdimensionnel

Naruto x Rias G

Ha caminado por estas calles toda su vida. Piedras lisas y grises, unidas con tal precisión que las uniones eran casi invisibles. Eran las calles con amplias avenidas de bancos de hierba cuidadosamente cortados y árboles jóvenes bien cuidados, animados por las risas de los niños que jugaban y la alegre charla de los adultos. Conocía esas calles como si estuvieran grabadas en su cabeza con un cuchillo afilado. Estas fueron las calles en las que creció y, en su mayor parte, se sintió más tranquilo aquí.

Sin embargo, no esta noche.

Esta noche su corazón quería salir de su pecho. Quería liberarse de su jaula. Esta noche, los árboles que antes eran hermosos retoños con un suave follaje primaveral ahora eran árboles nudosos y amargados, que crecían altos pero sin fuerza. Esa noche no podía oír a los niños riendo. Esta noche, las calles que antes eran de asfalto nuevo y liso ahora estaban grises por el blanqueo del sol. A intervalos aparecían las farolas, antes pintadas de verde brillante, ahora moteadas con destrozos grises de subpelo. Cada color parecía más brillante, cada ruido más fuerte. Así que las calles que una vez fueron su salvación ahora disparaban su adrenalina como un tiro en el brazo.

Issei Hyoudou ahora cojeaba camino a casa, luciendo un ojo morado y una mejilla hinchada. Manchas de sangre cubrían su uniforme escolar. Su cabello estaba desordenado y era impropio de un chico que está inscrito en un instituto lleno de estudiantes tetonas. Una vez más, las chicas de su clase lo habían golpeado hasta convertirlo en una pulpa sangrienta por espiarlas. ¿Por qué no podían darse cuenta de que él estaba mirando su glorioso oppai sin su consentimiento? ¿Por qué no podían apreciar su sueño de convertirse en el rey del harén? De repente, se dio cuenta de que había una gran tienda de campaña instalada a un lado de la carretera. Esto despertó su interés porque no recordaba que hubiera estado allí esa mañana.

—No seas una perra, que te digan la fortuna —murmuró Issei, leyendo el mensaje que estaba escrito en una tabla fuera de la tienda—.

Al entrar en la tienda sombreada, no pudo evitar estremecerse ante el aura ominosa que lo rodeaba, ya que parecía sacada de una película de terror. Se colgaban muñecos vudú en un tablón de anuncios, una marioneta de aspecto desquiciado se sentaba en la esquina, un macabro solo de piano sonaba de fondo. Lo que más le aterrorizaba era el hombre sentado detrás de una mesa cerca del borde de la tienda.

Sus mechones dorados eran puntiagudos, con dos flequillos cayendo a cada lado de su cara. Un par de marcas de bigotes oscuros parecían estar grabadas en cada una de sus mejillas. Los océanos no eran lo suficientemente azules en comparación con lo que podía ver en los ojos del hombre. Su cuerpo era musculoso, tan musculoso que la camisa que llevaba puesta se esforzaba contra sus anchos hombros y sus enormes bíceps.

—Bienvenido —dijo el impasible desconocido mientras lo saludaba con la mano—. "Por favor, tome asiento".

Issei tragó un nudo en la garganta y una gota de sudor rodó por su mejilla. Quería alejarse, pero su instinto le decía que sería una tontería rechazar a ese hombre. Ser golpeado por sus compañeras de clase era una cosa. Que este tipo le saque la mierda a patadas sería una historia completamente diferente. Y entonces empujó sus piernas temblorosas hacia adelante y se dejó caer en una silla libre. Ahora podía ver intensos orbes que se asomaban a los suyos y sentía como si estuviera mirando profundamente en su alma.

'Obtener... lejos... Ahora...'

Su cabeza se levantó tan rápido que podría haberle roto el cuello. ¿Qué coño era eso? ¿Estaba oyendo cosas ahora? El sonido de una mano firme golpeando la mesa de madera lo devolvió a la realidad. "T-gracias."

"De nada, Hyoudou-san," rió el rubio mientras los ojos de su invitado se abrían de par en par. —Oh, sé muy bien quién eres. ¿Pensabas que yo era uno de esos falsos adivinos?