[I]

De camino a casa, solo pude llorar en silencio. Una sensación de impotencia invadió todo mi cuerpo, y yo no podía hacer nada contra ello. Tarde o temprano, me encontrarían y me obligarían a volver. Siendo honesto, no quería dejar mi nuevo hogar, pero tampoco quería confrontar a aquella familia. No tengo un buen futuro con ellos.

Llegué a casa desanimado y solo me tiré en el sillón a llorar desconsoladamente, buscando consuelo en lo más recóndito de mi ser. Una idea vino a mi mente y fue lo peor que pudo haberme pasado.

Con el transcurso de los días, todo era muy tranquilo, como si nada hubiera pasado. Al parecer, nadie le había tomado importancia a la búsqueda del príncipe. O eso creía.

"Dimitri... ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?" me preguntaban una, otra y otra vez, mientras yo solo respondía con un "¿Te gusta?" tan frío como la nieve. Haría lo que fuera para que nadie me devolviera a ese infierno. No otra vez.

[II]

Mientras me paseaba por el pueblo felizmente, una figura comenzó a pisotear cada uno de los puestos ambulantes. Al parecer, buscaba algo con ansias. El misterioso hombre se bajó de su caballo y con una voz ronca y firme que esparcía el terror, gritó:

"¡Escúchenme atentamente! Sé que el príncipe está entre ustedes. Si tengo que destruir este pueblo entero, lo haré. Si me está escuchando, entrégate, mocoso. O verás a este pueblucho arder en llamas."

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. El miedo se apoderó de mí. ¿Cómo sabía que estaba ahí? Mi corazón latía con tanta fuerza que sentía que quería salirse de mi pecho. Me fui lo más rápido posible, para encerrarme en mi granja.

Me escondí en mi casa, le supliqué a Dios que aquel cazafortunas no me encontrara. Estuve así por un tiempo, la comida comenzaba a escasear, lo que me obligaría a matar a mis animales antes de lo que tenía planeado. Esta situación se hacía cada vez más insostenible.

[III]

Ya habían pasado aproximadamente más de dos semanas. Decidí salir a hacer compras y aprovechar para ver cómo estaba el pueblo. Sorprendentemente, todo estaba igual que siempre. Nada había cambiado. Algo que me hizo cuestionarme si en realidad todo había sido real o solo una alucinación mía.

Relajé mi postura y caminé a la tienda más cercana. Compré varios víveres que me faltaban en casa y también la comida de mis animales. Cuando llegué a casa, dejé que los pobres animales salieran del establo donde estaban encerrados.

Al terminar mi trabajo, tomé las cubetas para ir a recoger agua y la otra para lavar mi ropa. Caminé un largo trayecto hasta el río. Me senté en el suelo y comencé a sacar la ropa una por una para comenzar a lavarla. Aparte de eso, tenía que bañarme; llevaba días sin hacerlo.

Mientras me bañaba, escuché el relinchar de un caballo, pero no le presté atención. Terminé de bañarme y de lavar la ropa. Esperé a que el agua del río corriera y aproveché para tomar el agua limpia y ponerla en la cubeta para llevarla a casa.

Sentí que algo se acercaba a una gran velocidad y, sin pensarlo dos veces, salí a correr. Me agarraron del cuello de mi camisa, comenzando a jalarme, a arrastrarme con el rocoso camino hasta que un golpe me hizo perder la conciencia.

Cuando desperté, estaba en un lugar desconocido, rodeado de paredes de piedra y una única ventana que daba a un bosque oscuro. Me dolía la cabeza y mi corazón latía con fuerza.

-¿Dónde estoy?-pregunté, pero nadie respondió.

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⏰ Última actualización: Oct 02 ⏰

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La verdadera cara de la realeza y la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora