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[I]

La oscuridad lo invadía todo. No podía ver nada, pero en medio de aquel vacío insondable, una voz rompía el silencio, llamándome. Era una voz lejana, y parecía retroceder cada vez más. Su tono era desesperado, como si estuviera pidiendo ayuda, pero por más que me esforzaba, no lograba distinguir de dónde provenía. Estaba completamente inmóvil, atrapado en mi propio cuerpo, con el sonido como única compañía. La voz, sin embargo, se volvía cada vez más incomprensible, hasta que, de repente...

— ¡AGHHHHHH!

Aquel grito, distorsionado y penetrante, me hizo despertar de golpe. Mi corazón latía desbocado y mi cuerpo temblaba. Estaba llorando, asustado, sin saber cómo reaccionar. Intenté moverme, pero mis músculos se negaban a responder. Una sensación de impotencia me dominaba, algo que jamás había experimentado antes.
El miedo se apoderaba de mí, convirtiéndose en una presencia física que me aplastaba el pecho. Pasaron horas, o al menos eso creí. Tal vez fueron dos o tres, pero en ese estado, el tiempo era irrelevante. Finalmente, sentí que recuperaba el control de mi cuerpo. Me levanté tambaleante, con un mareo insoportable, y todo a mi alrededor giraba sin cesar. Alcancé un vaso de agua para intentar calmarme y, tras unos minutos, decidí que debía irme de aquel lugar. Algo en esa habitación me resultaba profundamente incómodo. El mal sueño lo atribuía a la incomodidad de la cama, pero en el fondo, sabía que no era solo eso... Algo más me estaba perturbando, algo mucho más oscuro.
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[II]

Habían pasado varios días desde que comencé a cabalgar sin rumbo. No tenía destino, ni un plan claro. La monotonía de los días se mezclaba con la incertidumbre de lo que el futuro me deparaba, pero seguía avanzando, guiado solo por el deseo de escapar de mi pasado. Finalmente, después de interminables jornadas de cabalgata, llegué a un pueblo que parecía sacado de un sueño. Era un lugar lleno de vida y color, donde la paz y la alegría se respiraban en cada rincón.

— ¡Wow, este lugar es maravilloso! —

dije para mí mismo, sorprendido por la belleza que me rodeaba. El pueblo se llamaba Núremberg. Sus calles estaban llenas de colores vibrantes, sus edificios adornados con flores y la gente parecía caminar sin prisa, disfrutando de la tranquilidad de sus días. Había comercio por todas partes, con vendedores ofreciendo productos frescos y artesanías locales. La amabilidad de sus habitantes era palpable, y la independencia de la comunidad era admirable.
Dejé a mi caballo en un establo municipal, atraído por la idea de recorrer a pie aquellas calles llenas de vida. El aroma de la comida local me invitaba a probar sus delicias. Era como si cada esquina del pueblo quisiera ofrecerme una nueva experiencia.

— Me quedaré a vivir aquí —

dije, esta vez en voz alta, con una sonrisa en los labios. Tenía dinero suficiente como para establecerme, así que recorrí el pueblo en busca de una propiedad. Tras explorar durante un par de horas, encontré una pequeña granja en las afueras que estaba a la venta. Sin pensarlo demasiado, la compré. No importaba que necesitara algunos arreglos; ese lugar se sentía como el refugio que había estado buscando. Regresé al establo por mi fiel compañero, mi caballo, y juntos nos dirigimos a nuestro nuevo hogar. Durante los días siguientes, me dediqué a acondicionar la casa. Compré muebles, herramientas y animales para comenzar mi vida como granjero.
También me acerqué a la gran biblioteca del pueblo, donde adquirí varios libros sobre agricultura, pintura y hasta fantasía. Quería aprender todo lo posible para ser autosuficiente. Poco a poco, comencé a trabajar en mi pequeño terreno. Cultivaba tomates, lechugas, y cuidaba con esmero de los animales que ahora formaban parte de mi vida. Cada vez que visitaba el pueblo, aprendía algo nuevo: carpintería, artesanía, incluso carnicería. Me sorprendía lo mucho que me gustaba aquella vida sencilla. Los habitantes de Núremberg eran increíblemente amables.
Muchos de ellos se ofrecían a ayudarme, aunque yo intentaba ser lo más independiente posible. A pesar de eso, no podía evitar sentir gratitud hacia la comunidad, que me había acogido con los brazos abiertos. Este lugar, sin duda, tenía algo especial, algo que me hacía sentir en casa.
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[III]

Con el tiempo, mi pequeña granja empezó a prosperar. No fue fácil, pero el esfuerzo constante dio sus frutos. Cada día me despertaba con una sensación de satisfacción que jamás había sentido. Mis manos, ásperas por el trabajo, eran ahora mi orgullo. Vivir en Núremberg había cambiado mi vida. Los sueños perturbadores que me acosaban en el pasado se desvanecieron por completo. La paz que experimentaba aquí era algo nuevo para mí, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía respirar. Este pueblo era bendecido de alguna manera. No sabía qué lo hacía tan especial, pero cada persona que conocía me demostraba que la bondad y el trabajo duro eran los pilares de su éxito. Aquí, todos luchaban por un futuro mejor, y eso era algo que admiraba profundamente. Hace poco, llegó un rumor que alteró la paz del pueblo. Se decía que el príncipe heredero vendría de visita. Yo no quería verlo. Sabía que si lo hacía, me obligaría a volver a casa, a un pasado que ya no me pertenecía.
— Escuché que el príncipe vendrá para pedir nuestra ayuda en la búsqueda de su hermano menor, que ha desaparecido —
dijo una de las vendedoras del mercado.

— Dudo mucho que sea por eso. Estoy seguro de que viene para anunciar su coronación —

respondí, algo molesto. No me gustaba que la gente del mercado se metiera en asuntos que no les incumbían. Decidí marcharme antes de que alguien me respondiera. Mientras caminaba de regreso, el sonido de las trompetas resonó en todo el pueblo. Me detuve, sabiendo que algo importante estaba por anunciarse
.— ¡Queridos aldeanos, escuchen con atención! —
dijo aquel joven al abrir un pergamino, se escuchaba cierta indiferencia en su tono
—. Hace seis meses y diez días que el joven Dereck Müller Romanov ha desaparecido. Su hermano, el futuro soberano, pide la ayuda de todos para encontrarlo. Quien lo halle, será recompensado generosamente. Gracias por su atención—
Al escuchar esto, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sabía que estaban hablando de mí. Sin levantar sospechas, comencé a alejarme entre la multitud. No podía permitir que me encontraran. Pensaba frenéticamente en cómo evitar que alguien me reconociera, pero había un problema: mi rostro estaba en todos los carteles de "se busca". Cualquiera que me entregara recibiría una fortuna.

— Estoy perdido... —

susurré, sintiendo cómo el peso del pasado caía sobre mí una vez más.


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La verdadera cara de la realeza y la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora