P. Max 4:50 p.m. -Max, tienes que sacar a Checo de ahí. Lewis ni siquiera se preocupa por cuidarlo, no le da la atención que merece- dijo Christian Horner con tono serio.
-Lo sé, papá- respondió Max. Aunque Horner no era su padre biológico, Max siempre lo había considerado como tal.
-Hoy tienes que ir a verlo- insistió Horner.
-No, no lo haré hoy. Le daré el tiempo que necesite, no quiero presionarlo. Pero estoy seguro de algo: jamás me voy a rendir- dijo Max, completamente convencido de sí mismo.
Pasaron las horas, y aunque Verstappen trataba de concentrarse en otras cosas, las palabras de Christian resonaban en su mente. Aunque había decidido darle espacio a Checo, esta vez no estaba tan seguro de haber tomado la decisión correcta.
7:30 p.m.
El holandés estaba en su casa, preparándose para acostarse. Solo le faltaba ponerse una playera, así que se acercó a su armario y comenzó a buscar. Mientras hurgaba entre la ropa, notó una camiseta al fondo. La tomó y se dio cuenta de que era la que le había prestado a Checo un mes atrás. No pudo evitar llevarla a su rostro y olerla. Aún conservaba el aroma del mexicano, ese olor que siempre le recordaba a su sonrisa y a las pequeñas pecas que lo volvían loco.
9:40 p.m.
Max no podía dormir. Daba vueltas en la cama, incapaz de apartar de su mente la idea de ir al departamento de Checo. Pensaba en cómo estaría, si estaría bien. La incertidumbre lo consumía, pero intentaba convencerse de que debía darle su espacio. Sin embargo, las dudas no se disipaban.
Se levantó, fue a la cocina por un vaso de agua y volvió a acostarse, aunque sabía que el sueño no vendría fácilmente.
10:15 p.m.
Después de luchar con sus pensamientos durante más de una hora, no pudo resistir más. Tomó su celular, sintiendo cómo el pulso se aceleraba ligeramente. Sin pensarlo mucho, abrió esa conversación y comenzó a escribir un mensaje.
Max dudó por un momento, pero finalmente presionó "enviar". Ahora solo quedaba esperar, aunque el nudo en su estómago no desaparecía.
Pequitas🫶🏻✨
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12:00 a.m. Max no pudo aguantar más. El insomnio y la preocupación lo superaron. Se levantó de la cama con decisión, se cambió rápidamente, tomó sus llaves y su chamarra, y salió de su casa sin pensarlo dos veces. El frío de la noche le golpeó el rostro mientras subía a su auto. Encendió el motor y comenzó su camino hacia el departamento de Checo, con el corazón acelerado.
Las calles estaban vacías, pero su mente estaba llena de preguntas. ¿Estaría bien Checo? ¿Habría recibido su mensaje? Cada kilómetro que avanzaba aumentaba su ansiedad, pero también su determinación. No podía quedarse de brazos cruzados sabiendo que algo no andaba bien.
