Halloween

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Malfoy no podía creer lo que veían sus ojos, cuando vio que Ron todavía estaba en Hogwarts al día siguiente, con aspecto cansado, pero muy alegre. En realidad, por la mañana Ron pensaba que el encuentro con el perro de tres cabezas había sido una excelente aventura, y ya estaba preparado para tener otra.

Mientras tanto, Harry seguía pensando en el paquete que había sido llevado de Gringotts a Hogwarts, y pasó largo rato preguntándose qué podía ser aquello para necesitar una protección así. Debía ser algo muy valioso, o muy peligroso, o las dos cosas. Pero como lo único que sabía con seguridad del misterioso objeto era que tenía unos cinco centímetros de largo, no tenía muchas posibilidades de adivinarlo.

Por momentos, Ron quiso acercarse a Harry para agradecerle, pero, interpretando las miradas y gestos que le echaba cada vez que lo intentaba, creyó que era mejor dejarlo así. La verdad es que Harry no quería que Malfoy se enterara, no porque le avergonzara lo que hizo, sino porque debían compartir el dormitorio y a Harry no le hacía gracia pasar 7 años sin dormir por temor a que lo asfixie con la almohada.

Una semana más tarde, mientras las lechuzas volaban por el Gran Comedor, como de costumbre, la atención de todos se fijó de inmediato en un paquete largo y delgado, que llevaban seis lechuzas blancas. Harry estaba tan interesado como los demás en ver qué contenía, y se sorprendió mucho cuando las lechuzas bajaron y dejaron el paquete frente a Ron, tirando al suelo su tocino. Se estaban alejando, cuando otra lechuza dejó caer una carta sobre el paquete. Ron abrió el sobre para leer primero la carta y, sonriendo, tomó el paquete y salió rápidamente del comedor, pero a mitad de camino se encontró con Crabbe y Goyle, que le cerraban el camino. Malfoy le quitó el paquete a Ron y lo examinó, mientras Harry se acercaba a enfriar los ánimos si es que había una pelea.

—Es una escoba —dijo, devolviéndoselo bruscamente, con una mezcla de celos y rencor en su cara—. Esta vez lo has hecho, Weasley. Los de primer año no tienen permiso para tener una.

Ron no pudo resistirse.

—No es ninguna escoba vieja —dijo—. Es una Nimbus 2.000. ¿Cuál dijiste que tenías en casa, Malfoy, una Comet 260? —Ron rió con aire burlón— Las Comet parecen veloces, pero no tienen nada que hacer con las Nimbus.

—¿Qué sabes tú, Weasley, si no puedes comprar ni la mitad del palo? —replicó Malfoy—. Supongo que tú y tus hermanos tuvieron que ir reuniendo la escoba ramita a ramita. ¿O es que acaso la robaste?

Antes de que Ron pudiera contestarle, el profesor Flitwick apareció detrás de Malfoy:

—No os estaréis peleando, ¿verdad, chicos? —preguntó con voz chillona.

—A Weasley le han enviado una escoba, profesor. —dijo rápidamente Malfoy.

—Sí, sí, está muy bien —dijo el profesor Flitwick, mirando radiante a Ron—. La profesora McGonagall me habló de las circunstancias especiales, Weasley. ¿Y qué modelo es?

—Una Nimbus 2.000, señor —dijo Ron, tratando de no reír ante la cara de horror de Malfoy—. Y realmente es gracias a Malfoy que la tengo.

Ron subió por la escalera, conteniendo la risa ante la evidente furia y confusión de Malfoy. Harry tampoco entendía lo que pasaba, ¿por qué ellos no podían tener una escoba y Weasley sí?, ¿qué estaba pasando?

Tal vez la razón por la que Harry se sorprendió al comprobar que ya llevaba dos meses en Hogwarts fue porque estaba ocupado con todo el trabajo del colegio. El castillo era mucho más su casa de lo que nunca había sido Privet Drive. Sus clases, también, eran cada vez más interesantes, una vez aprendidos los principios básicos.

En la mañana de Halloween el delicioso aroma de calabaza asada flotaba por todos los pasillos. Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer. El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Harry era Draco Malfoy, Crabbe y Goyle también hicieron pareja.

—Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a sus libros, como de costumbre—. Agitar y golpear; recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.

Era muy difícil. Harry y Draco agitaron y golpearon, pero la pluma que debía volar hasta el techo no se movía del pupitre.

Al finalizar la clase, Draco estaba de muy mal humor, pero un momento más tarde habían entrado en el Gran Comedor; donde las decoraciones de Halloween les hicieron olvidar su molestia.

Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.

Harry se estaba sirviendo una patata con su piel, cuando el profesor Quirrell llegó rápidamente al comedor; con el turbante torcido y cara de terror. Todos lo contemplaron mientras se acercaba al profesor Dumbledore, se apoyaba sobre la mesa y jadeaba:

—Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.

Y se desplomó en el suelo. Se produjo un tumulto. Para que se hiciera el silencio, el profesor Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita.

—Prefectos —exclamó—, conducid a vuestros grupos a los dormitorios, de inmediato.

Gemma los puso en dos filas indias, hombres y mujeres, de menor a mayor grado.

—¡Seguidme! ¡Manteneos juntos! ¡No necesitáis temer al trol si seguís mis órdenes!

—¿Cómo ha podido entrar aquí un trol? —preguntó Harry, mientras bajaban hacia la mazmorra de Slytherin.

—No pudo hacerlo solo, porque son realmente estúpidos —dijo Draco—. Tal vez Peeves lo dejó entrar; como broma de Halloween.

Siguieron bajando lo más silenciosamente posible, se detenían a cada vuelta que debían dar, la prefecta se asomaba con cuidado en cada esquina, para asegurarse que el trol no estuviera en el camino a la sala común de Slytherin.

Finalmente llegaron sin ningún inconveniente. La sala común estaba llena de gente y ruidos. Todos comían lo que les habían bajado. Pasada la medianoche, y sin haber recibido ninguna noticia, todos se fueron a dormir.

Al día siguiente, todos supieron que el trol se había salido de las mazmorras y había atacado a una alumna de primero en el baño de las chicas. La alumna atacada fue Hermione Granger, y cuando los profesores llegaron y la rescataron ella ya estaba gravemente herida y con todos los huesos fracturados, se decía que incluso estaba casi moribunda.

Hermione pasó una semana en la enfermería, pero se supo que Ron Weasley la visitaba a diario; según se rumoreaba, se sentía culpable por alguna razón, aunque la razón variaba según quien dijera el rumor.

Pero lo que no era ningún rumor, sino una verdad evidente, era que, desde aquel momento, Hermione Granger se convirtió en su amiga, pues se les veía siempre juntos en todo momento. 

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⏰ Última actualización: Oct 31 ⏰

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