ᴘʀᴏʟᴏɢᴏ

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Quantico, Virginia.

16 de Octubre de 1987

Era una mañana nublada, la ligera brisa apenas lograba mojar el parabrisas del auto, mientras que el viento golpeaba con suavidad las ramas de los árboles, moviendo algunas hojas sueltas que se encontraban en el suelo. Se podía sentir una tensión abrumadora, como si fuera uno de esos días donde el silencio fuera de lo más común.

Sin embargo, lo único que rompía ese entorno incomodo era el sonido del radio que se situaba en el fondo, el locutor informaba sobre el clima gélido que se esperaba durante todo el día.


-¿Adónde vamos?-preguntó una pequeña de cabello castaño, de apenas seis años, mientras intentaba pasar a los asientos de enfrente.

-Meredith, encárgate de tu hermana.-ordenó Elis, frunciendo el ceño mientras intentaba recordar el camino exacto entre las calles de Quantico.

-Sí, mamá.-respondió la niña mayor, de unos nueve años aproximadamente, acomodando a su hermana de nuevo en el asiento y ajustando el moño en su cabeza.-Quédate quieta, Mal. No falta mucho, te lo prometo.

-Esta bien.-murmuro la hermana menor mirando por la ventana, por alguna razón sentía su estomago revolverse.


A pesar de su corta edad, sabía que algo no estaba bien en ese momento, aún recordaba como su madre gritaba al teléfono hace unas horas. Apretaba nerviosamente sus manos en su vestido negro que le habían puesto esa mañana, preguntándose por qué todas llevaban ropa oscura.

Transcurrieron solo un par de minutos cuando por fin llegaron a una casa, Elis detuvo el coche frente a una propiedad grande, rodeada de un jardín bastante descuidado. Frente a la puerta de entrada, ya había varias personas reunidas, todas vestidas de negro también, como si formaran parte de secta satánica como lo mostraba la televisión. En ese instante intentó bajar del auto, pero su madre fue más rápida y la detuvo.


-Quédense juntas, no se les ocurra bajar la cabeza y no se acerquen a nadie.-ordenó su madre, con una voz cortante mientras ajustaba su abrigo. Haciendo una señal para que ambas salieran del vehículo.

-Ya escuchaste, no te separes de mi.-repitió Meredith, tomando enserio su papel de hermana mayor, sujetando con fuerza la mano de Mallory.


El camino hacía la entrada a la casa era largo o eso parecía, gracias a la presión que sentían por todos los presentes. En cada paso que daban podían escuchar los murmullos 'discretos' al igual que las miradas. Sin embargo, antes de que pudieran llegar a la puerta, una mujer salió furiosa del lugar. Notando que no había ni una pizca de bienvenida en su expresión.

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