Donde todo comenzó

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Después de ir y venir tantas veces, de quedar y no concretar, el 17 de febrero por fin acudimos a lo que fue "nuestra primera cita", la cual tuvo lugar en un bar muy reconocido de Entrisocér, donde, para nuestra fortuna, vivimos.

Todo parecía normal. Mi día estuvo cargado de trabajo; recientemente había conseguido uno donde me sentía a gusto. Él, dueño de su empresa "Novalecta", estaba hasta el cuello de trabajo, motivo por el cual no podíamos quedar nunca.

Hablábamos ya hacía cinco meses, cada día, desde el inicio, siempre un poco más. Se hizo costumbre para mí... Empezamos en Instagram: él me agregó y me respondió una historia. Yo, reacia a su respuesta, le contesté cortante, pensando que era uno más de aquellos tipos que solo hablan porque tienen "otras" intenciones. Ya sabemos a qué me refiero... Pasaron unos días, y le contesté una pregunta sobre algo en japonés que había puesto (yo estudio japonés), así que fue algo natural de mi parte. Después de eso, todo comenzó.

Entre reels y mensajes de WhatsApp, se fue acercando cada vez más al fondo de mi tan protegido y lastimado corazón (ese que, por más golpes que reciba, siempre entrega todo, sin importar no recibir lo mismo; cuanta más entrega, más felicidad siento en mi corazón).

Volviendo a lo nuestro, llegó el día. Acordamos lugar y hora, y yo, emocionada, llegué primero. Me senté en la barra y me pedí una cerveza. Atenta al celular, miraba hacia la puerta para ver si él llegaba... Vibró el celular, se anunció: "Estoy afuera". Le contesté: "Ya estoy adentro, ¡pasaaaaa!". Entró por la puerta principal, con pantalón color crema y camisa negra, tan alto y pálido, parecía un vampiro, de esos que te seducen con la mirada nomás. Mis ojos estaban deleitados, y en mis adentros pensaba: "¿Tan lindo vas a ser?". Lo siguiente que se vino a mi mente fue: "Ojalá esto dure tanto como lo que se hizo esperar".

Se acercó, me saludó, y yo, con una sonrisa de oreja a oreja, asentí. Su perfume me invadió. "Qué rico aroma", pensé. Se ofreció a comprarme una cerveza, acepté. "¿Tenés hambre?" me preguntó, y procedió a comprar pizzas para un batallón. Se ve que estaba nervioso. Me reí tanto; no podía dejar de verlo. Yo estaba nerviosa, ya que me vestí de una manera que no acostumbraba: jeans y camisa a rayas blancas y beige, a tono con él. Mi cabello suelto; imagínense en pleno verano de Entrisocér, con la humedad, parecía un leoncito más...

Disfrutamos de la charla y fuimos a caminar hasta la plaza que estaba a unas cuadras del bar. Él agitaba sus manos, nervioso, y yo, con unas copitas de más, risueña. Nos sentamos en el banco. En ese momento, y con mis pensamientos alterados (o no) por el alcohol, moría por un beso de sus labios. Él, tan tímido o quizás sin percatarse de la situación, dejó pasar el momento, aunque la tensión se sentía a leguas. Pedí el Uber; no quería que la cita terminara ahí, pero no vi iniciativa de su parte para que siguiéramos juntos esa noche, o quizás yo tampoco noté lo que él quería. No logré descifrarlo... Antes de retirarme, le dije: "¿Y, soy como te describió Tory?" Rodger solo atinó a sonreír dulcemente y despedirse de mí.

Ahí fue donde todo comenzó.

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