Parece que cada vez que íbamos a vernos, el cielo lloraba. ¿Sería alguna advertencia?
Hoy habíamos quedado en cenar juntos y, quizás, hacer algo más después. Esta vez, él llegó primero. Al entrar, lo vi hablando con un compañero de la facultad, lo cual me sorprendió al principio, pero pronto me olvidé de eso. Rodger estaba increíblemente deslumbrante, más que nunca. De él emanaba una energía tan masculina que casi me deja sin aliento. Mis emociones se arremolinaban dentro de mí. ¿Cómo le expresaría mis sentimientos sin abrumarlo?
Se cumplen tres meses desde nuestro primer encuentro hoy. Es poco tiempo, ¿verdad? Demasiado pronto para saber cómo podría terminar todo esto.
La cena fue agradable, como siempre, aunque había algo en el aire, una tensión no resuelta. Al terminar, nos dirigimos a su casa, y mi mente estaba llena de pensamientos confusos. Solo esperaba que el tiempo juntos me ayudara a aclararlos.
Durante el trayecto, Rodger permanecía neutral, con esa calma que lo caracteriza. Nunca ha sido fácil leer sus emociones, pero todo cambió al llegar. Nos comportamos como dos adolescentes enamorados, bromeando y empujándonos, jugando a las peleas.
Sus manos... nunca había mencionado el efecto que me causan pero son enormes comparadas con las mías. Cuando las suyas envuelven las mías, me siento atrapada y vulnerable, y algo en mí se enciende...
Esta vez, el juego se volvió más intenso. Sin darme cuenta de cómo, Rodger me sujetó firmemente las manos, llevándolas detrás de mi espalda. Con una mano atrapó mis muñecas, mientras que con la otra apartaba el cabello de mi cuello, sus labios rozando mi piel. Me presionó contra su pecho, más cerca, cada vez más..
—¿Qué estás haciendo? —pregunté entre risas y suspiros, intentando mantener el control, aunque ya sabía la respuesta.
Él respondió con un mordisco suave, pero firme, en mi cuello. Sentí un estremecimiento recorrerme, y mi respiración se volvió más rápida. Mis pensamientos comenzaron a desvanecerse, mientras sus manos exploraban cada rincón de mi piel, encendiendo un deseo profundo que pedía más.
Sus labios descendieron por mi clavícula, y yo, entregada, dejé que me despojara de cualquier resistencia. Sus besos se hicieron más intensos, sus manos más audaces, y el fuego entre nosotros se volvió incontrolable. Mi respiración se entrecortaba y cada gemido que escapaba de mis labios le pedía más, sin pudor. Sentía que cada caricia y cada beso era como un incendio recorriendo mi cuerpo, encendiendo un placer al que no quería, ni podía, renunciar.
Esa noche fue la más larga de mi vida, llena de momentos intensos y placeres secretos. ¿Fue en ese instante, en la entrega absoluta, cuando empecé a sentir algo por vos?
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Lo que aún tengo de tí
Short StoryEn esta pequeña historia , la protagonista Selange ahondará en sus más profundas memorias, memorias que compartió efímeramente en quíen creyo sería su último amor, Rodger. Él, un ser frío y dificíl de entender, con la mente en su propia realidad; El...