3 | Cruce de destinos.

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Aurora

¿Cuándo fue la última vez que me divertí tanto?

Me preguntaba mientras el eco de los motores aún resonaba en mis oídos.

No era mi tipo de plan habitual, pero había algo en esa carrera clandestina que había despertado un lado de mí que desconocía.

Los motores rugiendo, las luces distorsionadas por la velocidad, la energía vibrante de la multitud... Me había sumergido en un mundo completamente ajeno al mío.

Y me había gustado. Mucho.

—¿Te imaginas Elena, si supiera a dónde pasamos la noche?—La voz de Emma me sacó de mi ensoñación, llevándome de vuelta al presente.

Nos encontrábamos en el pequeño estudio donde solíamos pasar las tardes luego de los ensayos. El olor del sudor y las maderas gastadas impregnaba el aire, una mezcla conocida que, hasta ayer, me resultaba reconfortante.

—Ni lo digas —respondí con una sonrisa nerviosa—. Nos mataría si supiera que estuvimos en una carrera clandestina en vez de descansar antes del ensayo.

—Pero valió la pena, ¿no? —insistió Emma con esa chispa en sus ojos que siempre me hacía reír.

Asentí, sonriendo más relajada ahora.

—Sí, supongo que sí. Fue... diferente. Me sentí libre por un rato.—Emma me miraba con una expresión maliciosa, algo estaba tramando.

—¿Entonces te gustaría repetir? Porque esta noche hay otra carrera.

La propuesta me tomó por sorpresa. Sabía que ella disfrutaba de esos ambientes, pero para mí, era un mundo completamente desconocido.

Volver, después de haber cruzado esa línea una vez, me parecía una locura.

—No sé si es buena idea, Emma. Ya sabes cómo es Elena con la disciplina—traté de excusarme, pero algo en la forma en que lo dije sonaba débil, como si en el fondo una parte de mí quisiera volver.

Emma soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.

—Aurora, por favor. Una noche más no va a matarte. Además, a veces necesitas algo más que disciplina en tu vida. Necesitas emoción. Vamos, no te arrepentirás.

La tentación era real. La imagen de la carrera anterior seguía fresca en mi mente: los autos veloces, el anonimato, la sensación de ser solo una más entre la multitud. Era tan diferente a lo que estaba acostumbrada, a las rutinas controladas, a la precisión del ballet.

Suspiré, sabiendo que Emma no se rendiría hasta que aceptara.

—Está bien, pero por última vez. Y nada de locuras.

Emma sonrió victoriosa.

—Sabía que dirías que sí. Nos vemos en la entrada a las diez. No te preocupes, yo me encargo de todo.

- - -

La noche brillaba intensamente, un contraste casi irónico entre la oscuridad y las luces de los autos que rugían, llenando el aire con el sonido atronador de los motores y el olor penetrante de la goma quemada.

Estaba inmersa en la multitud, pero me sentía sola, con el corazón desbocado por una mezcla embriagadora de emoción y temor.

La adrenalina vibraba en el ambiente, envolviéndome como una segunda piel. Pero algo, una chispa de inquietud, me helaba el interior.

—Relájate, Aurie—la voz de Emma cortó mis pensamientos. Ella estaba a mi lado, sonriendo con una mezcla de entusiasmo y diversión—. Esta es la oportunidad perfecta para que te sueltes un poco. No pienses tanto, solo disfruta.

Perfecta SínfoniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora