La entrada al infierno

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Maggie

El viento helado del puerto azotaba mi rostro mientras caminaba por las calles oscuras. Cada paso me acercaba a un mundo que había estudiado desde lejos, lleno de sombras y secretos. El Vittoria era mi meta, un club envuelto en misterio donde un solo hombre dictaba las reglas: Dante Moretti.

Mi misión no era sencilla. No se trataba solo de infiltrarme en el lugar, sino de hacer que Dante me viera sin atraer la atención ni revelar quién era realmente. La mayoría ni siquiera sabía cómo era él. Los rumores decían que su apariencia podía helar la sangre, no solo por su imponente presencia, sino por algo en sus ojos que lo hacía diferente a los demás.

La heterocromía. Un ojo marrón, oscuro como la noche, y el otro azul, frío como el acero. Decían que mirarlo directamente era como enfrentarse a tus peores miedos. Pero nadie parecía saber realmente quién era Dante. Ni cómo había dominado un imperio criminal con mano de hierro.

Llegué a las puertas del Vittoria sin darme cuenta de cómo el tiempo había pasado. Dos enormes guardias vigilaban la entrada. Me miraron con esa expresión que decía que no era bienvenida allí. Lo esperaba. Este no era un lugar al que cualquiera podía entrar. Las palabras correctas eran la clave.

Me acerqué despacio, con el corazón latiéndome con fuerza.

- "Una amiga me habló del club," dije, intentando que mi voz sonara firme. "Quiero ver de qué se trata."

El guardia más cercano me examinó de pies a cabeza, como si estuviera decidiendo si era digna de pasar. Los segundos se alargaron, pero al final, una pequeña sonrisa torcida apareció en sus labios.

- "No muchas mujeres vienen solas aquí," murmuró antes de abrir la puerta.

Atravesé la entrada con una mezcla de alivio y tensión. Ya había dado el primer paso, pero lo más difícil estaba por venir. El interior del Vittoria era tan oscuro y enigmático como esperaba. La música suave flotaba en el aire, entremezclada con risas y el clink de los vasos. Los clientes del club no eran personas ordinarias; se podía ver en sus gestos y en sus miradas furtivas. Aquí, todos tenían algo que ocultar.

Mis ojos buscaron a Dante. Sabía que no se mostraba fácilmente. En el fondo de mi mente, me preguntaba si esa noche aparecería. Pero, como si el destino me hubiera escuchado, lo vi. Estaba sentado en una mesa oscura, apartado del bullicio, con un vaso de whisky en la mano. Su mirada parecía perdida en la distancia, pero podía sentir su presencia llenando el lugar.

El aire se volvió pesado al verlo. Aunque no me miraba directamente, sentía que sabía que estaba allí. Había algo en su aura que era casi palpable. Su ojo marrón y el azul no parpadeaban, solo escudriñaban el salón con un aire de control absoluto. No era alguien fácil de impresionar, y mucho menos de acercarse.

Sabía que tenía que ser cautelosa. Dante no era el tipo de hombre al que podías presentarte, menos aún si pretendías desenterrar los oscuros secretos de su vida. Mi oportunidad tendría que surgir de forma orgánica. Solo me quedaba esperar, observar y moverme con sigilo.

Pedí un trago en la barra, tratando de mimetizarme con el ambiente. Sabía que llamar su atención tan pronto podría ser un error, así que me contenté con estudiar cada pequeño movimiento que hacía. ¿Cómo un hombre que parecía tan relajado podía ser tan temido?

Mis pensamientos se interrumpieron cuando sentí una mirada sobre mí. No necesitaba girar la cabeza para saber de quién era. Los rumores sobre su mirada eran ciertos. Sentía la intensidad de sus ojos, el peso de su escrutinio. Una mezcla de emociones me atravesó: miedo, curiosidad, atracción. Era como si el aire se congelara.

- "¿Qué hace una mujer como tú en un lugar como este?" La pregunta vino de una voz profunda que me hizo contener la respiración. No era Dante. Era uno de sus hombres, un tipo corpulento con cicatrices que hablaban más de su historia de lo que alguna vez él podría decir. Su tono no era exactamente amigable, pero tampoco amenazante. Solo curioso, con una pizca de desconfianza.

Levanté la vista y me encontré con su mirada, tratando de no demostrar nerviosismo.

- "Solo busco algo diferente," respondí, con una pequeña sonrisa. "Me dijeron que aquí lo encontraría."

El hombre sonrió, aunque no era una sonrisa cálida.

- "Aquí se encuentran muchas cosas, pero ten cuidado con lo que pides."

Con una leve inclinación de cabeza, me dejó sola. Sabía que estaba siendo observada, probablemente evaluada por los hombres de Dante. Esa era su manera de jugar, sutil y peligrosa. No era el tipo de hombre que permitía acercamientos fáciles.

Pero sabía algo que ellos no. Yo estaba dispuesta a arriesgarlo todo. 

El Peculiar Encanto de Dante MorettiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora