Maggie
La habitación estaba oscura, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas. La atmósfera estaba cargada de tensión, y podía sentir cómo la electricidad entre Dante y yo crecía. La puerta se cerró tras nosotros, y el sonido resonó como una promesa.
Dante se acercó a mí con una determinación que me hizo temblar. No había tiempo para palabras vacías; la pasión nos envolvía como una tormenta. Lo observé mientras sus ojos se deslizaban por mi cuerpo, y una risa nerviosa escapó de mis labios. Sabía que ambos estábamos listos para lo que vendría.
—Esto es solo el comienzo —murmuró, sus palabras profundas y llenas de propósito.
Me empujó hacia la cama, y caí sobre las sábanas, sintiendo su textura suave contra mi piel. La excitación me recorría, y cuando él se acercó, no pude evitar desear que comenzara a tocarme. Quería sentir su peso sobre mí, la presión de su cuerpo.
—Quítate la ropa —ordenó, y la autoridad en su voz me hizo estremecer. Estaba tan excitada que casi me costó cumplir. Pero lo hice, deslizándome lentamente mientras él me observaba con intensidad, como si fuera un festín que no podía esperar para devorar.
Dante se acercó, su mirada fija en mí, y sin más advertencia, sus manos se encontraron con mi piel. La forma en que sus dedos exploraron mi cuerpo era como fuego, un toque que me hacía arder de deseo.
—Dame lo que quiero —dijo con un tono de voz grave, y eso encendió algo primal dentro de mí.
Mis manos fueron hacia su pantalón, abriéndolo con ansia. Cuando vi su polla liberarse, un escalofrío recorrió mi espalda. Era grande y poderosa, y el deseo me consumía. Quería sentirlo, quería que me poseyera.
—Mastúrbame —le pedí, sintiendo cómo la urgencia crecía.
Se rió, una risa baja que retumbó en mi pecho, mientras se movía más cerca. Sus dedos encontraron mi clítoris, y un gemido escapó de mis labios. Era como si todo se detuviera, y la única cosa que existía en el mundo era él y el placer que estaba sintiendo.
—Así, pequeña —dijo, y sus dedos comenzaron a moverse, deslizando y apretando con precisión, llevándome al borde del éxtasis.
Mientras él me tocaba, decidí que quería más. Me incliné hacia adelante, besando su pecho mientras mi mano comenzaba a explorar su polla. La sentí en mi palma, cálida y dura, y eso solo avivó el fuego en mi interior.
Dante jadeó cuando mi mano comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, su aliento se volvía más pesado con cada movimiento. El poder que tenía sobre él era intoxicante.
—Maggie... —susurró, y eso me motivó a acelerar el ritmo. Quería verlo perderse en el placer, así como yo me perdía en el mío.
Dejé que mi lengua danzara sobre la cabeza de su polla, saboreando cada momento. Dante tomó un respiro profundo, y su expresión se tornó salvaje. Sabía que estaba completamente a mi merced.
—Eres una traviesa —murmuró, y eso solo me hizo sonreír, intensificando mis caricias.
Cuando sentí que estaba a punto de perder el control, lo liberé, dejando que su polla se mantuviera firme entre nosotros.
—Quiero que me folles —dije, mirándolo a los ojos, desafiándolo a que lo hiciera.
Él sonrió, y sin previo aviso, me tomó de la cintura y me empujó de nuevo sobre la cama. Me colocó a su altura, alineando su cuerpo con el mío. Podía sentir el calor de su piel, el deseo desbordando entre nosotros.
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El Peculiar Encanto de Dante Moretti
RomansaEn las sombras de la ciudad, donde el crimen y la seducción se entrelazan, Dante Moretti gobierna su imperio con una mezcla única de brutalidad y sensibilidad artística. Tras una fachada de implacable jefe de la mafia, se oculta un hombre dividido e...