El Peculiar Encanto de Dante Moretti

Entre sombras y luces

Maggie

La música seguía resonando a nuestro alrededor, un ritmo que parecía latir al compás de mi corazón. Estaba sentada en un rincón del club, todavía sintiendo el eco de lo que acababa de suceder. Dante, a mi lado, parecía estar en su propio mundo, su mirada fija en la pista de baile donde la gente se movía, envuelta en la penumbra y el destello de luces.

Mientras lo observaba, no podía evitar preguntarme qué estaba pensando. Había algo intrigante y peligroso en él, algo que me hacía sentir viva y, al mismo tiempo, en peligro. La forma en que se movía, con una gracia casi felina, era hipnotizante. Sus ojos, de un azul profundo y cortante, estaban enfocados en el caos del club, pero había una parte de él que parecía reservada solo para mí.

- Te ves distraído —dije, rompiendo el silencio. La voz me salió con más seguridad de la que realmente sentía.

Se giró hacia mí, una ligera sonrisa curvando sus labios. - Solo estoy pensando en lo que haremos a continuación.

La forma en que su mirada me recorrió hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. - ¿Tienes algún plan en mente?

- Tengo varios, en realidad. Pero depende de ti si quieres seguir esta noche.

Mientras hablaba, la adrenalina empezaba a subir de nuevo. Era un juego del que no quería salir. - Estoy dispuesta, pero... - vacilé, recordando que mi vida no era lo que parecía.

- ¿Pero? —preguntó, un tono de desafío en su voz.

- No quiero que sepas demasiado sobre mí.

Él se inclinó un poco más cerca, como si cada palabra que dijera fuera un secreto. - ¿Y si quiero saber más? Me gusta lo misterioso.

- No soy tan interesante como crees. Solo soy una chica que disfruta de la vida, a veces, demasiado.

Dante sonrió de nuevo, pero había algo más en su mirada. - Esa 'chica' se convirtió en algo mucho más. Te vi en el escenario, Maggie. Eres especial.

- No soy más que otra mujer en este lugar —respondí, tratando de restarle importancia.

- Eres más que eso, y lo sabes. Pero me gusta que seas así. La tensión entre nosotros era palpable, un tirón y empuje que no podía resistir.

A medida que la noche avanzaba, el club seguía lleno de energía. La música resonaba, el sonido del baile y las risas se mezclaban en una sinfonía caótica. Pero había una burbuja a nuestro alrededor, una desconexión de la realidad que solo nos afectaba a nosotros.

Dante se levantó de la mesa y extendió la mano hacia mí. - Ven, quiero mostrarte algo.

Lo seguí a través del club, moviéndonos entre la multitud. La forma en que se movía me hacía sentir como si estuviéramos en una danza propia, una coreografía no escrita. Llegamos a una puerta trasera, donde los murmullos del club se desvanecieron, y la atmósfera cambió por completo.

—Esto es mi mundo —dijo, abriendo la puerta para revelarme una amplia terraza con vista a la ciudad. Las luces brillaban a lo lejos, y la brisa nocturna era fresca y revitalizante.

—Es hermoso —admití, sintiendo la libertad de estar lejos del bullicio.

—Como tú —respondió, su voz grave llenando el espacio entre nosotros.

Me giré para mirarlo, el perfil de su rostro iluminado por las luces de la ciudad. - ¿Y tú? ¿Qué te hace tan diferente a todos los demás aquí?

Se acercó un poco más, casi como si se acercara a un peligro que ambos deseábamos. - No soy como los demás. He hecho cosas que no estoy orgulloso, pero siempre tengo un objetivo. Esta vida es un juego, y yo soy el jugador.