Es una virtud

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—Me pregunto cuánto tiempo se tardaría en arreglar el portal. ¿Un día? ¿Semanas?

Ya había pasado un día y medio desde que llegó, y tampoco durmió en la segunda noche, solo habia cerrado los ojos por treinta minutos, pero fue suficiente para mantenerlo algo alerta por más tiempo.

—De seguro sabría que hacer ahora, y le hubiera tomado tanto tiempo incluso encontrar el resto de los diarios.

Incluso en el tercer día seguía revisando la gran cabaña por pistas, el lugar era grande y se tomaba el tiempo de pasar por cada habitación con cuidado, incluso yendo a ellas repetidamente en caso de que se hubiera perdido de algo. Estaba recién yendo al segundo piso cuando finalmente encontró un número de teléfono en un papel, junto a un nombre.

El nombre completo de su asistente.

Fiddleford H. McGucket.

Después de haber leído el diario, sabía que él no querría hablar con Ford. Ford no había sido el mejor amigo o compañero de trabajo, no culpaba a Fiddleford por dejarlo solo. Y no lo culparía si no quería ayudarlo, pero tenía que intentarlo.

Había nevado afuera tanto que no había intentado salir a buscar los diarios, pero estaba seguro de que no sería tan complicado. Incluso si no sabía cómo manejarse en el bosque o en el pueblo

Tomó el papel con el número de la casa de McGucket y casi se cayó a la mitad de la escalera a la velocidad en la que bajó—ignoró el dolor cuándo inevitablemente el golpe le recordó su hombro adolorido, que todavía no colocaba nada en la quemadura—, pero no se detuvo. Fue hacía el teléfono de la casa que estaba en la sala y llamó sin pensarlo.

—¿Hola?

«Mierda.» se tensó de inmediato, era la voz de una mujer. Probablemente la esposa. En el apuro había esperado a tenerlo a él inmediatamente al teléfono, y no había dado a pensar que podría haberle respondido cualquiera.

—Disculpe la molestias, pero ¿Fiddleford McGucket está por allí?

Él pudo escuchar un claro suspiro en el fondo.

—¿Este no es el teléfono de su amigo?

Ella lo había reconocido de inmediato, quizá está mujer y su hermano se conocían, al menos por nombre o porque Fiddleford hablaba de él.

—Sí, pero no soy Ford.— decidió decir, solo para no molestar a la mujer. Ella ya parecía cansada, probablemente de Ford.—De hecho, quería preguntar por Fiddleford porque... Pensé que estaría con él. Pensé que vivía en Gravity Falls.—le mintió, no le costó darse cuenta de que la mujer no era ni de Oregón, ni de New Jersey, simplemente por su acento. Era más fácil decir que no encontraba a su hermano, y pensaba que estaría fuera de casa con un amigo, a tener que explicar con la verdad o mentir con algo más.

—Bueno, en ese caso, entonces deberás de saber que Fiddleford no está aquí. Aún está en Gravity Falls, así que si tú hermano no está en casa, quizá mi esposo esté con él.—Ella dijo antes de hacer una pausa.—Y si ves a mi esposo, dile que me llame, por favor.

Stanley asintió, pero se acordó de que era una llamada, así que respondió con un simple «lo haré, gracias.».

Cuando ella cortó la llamada, fue al baño, usó el grifo y se tiró agua en la cara. Gracias a la llamada, ya tenía comprobado de que podía a encontrarlo en Gravity Falls, así que podía ir a buscarlo y pedir ayuda.

Se vio al espejo, sabía que se veía peor que antes, había dormido fatal—sí, sí, dormir menos de una hora no era dormir, blah, blah—, y eso no lo ayudó a su apariencia de vagabundo.

El líder y el rebelde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora