6. Conocidas

238 14 0
                                    

Violeta se había quedado quieta, su teléfono en la mano, leyendo la última respuesta de Chiara una y otra vez. Era breve, pero contundente. La distancia en esas palabras la golpeaba más que cualquier discusión que pudieran haber tenido. No había confrontación directa, solo una indiferencia helada que la mantenía a una distancia dolorosa.

"No hace falta que me expliques nada, Violeta. Solo somos amigas"

"No creo que eso sea posible. Quizá debamos tomar un tiempo"

Había intentado explicarse, pero cada intento se había topado con una pared de formalidad que le dolía más de lo que habría esperado. Durante los días que siguieron, Violeta enviaba mensajes, llamaba, pero todo lo que recibía de vuelta eran respuestas cortas, educadas, casi impasibles. Chiara estaba siendo amable, pero Violeta no podía ignorar la frialdad, como si todo lo que habían compartido se hubiera evaporado de un día para otro.

¿Es esto lo que siente cuando alguien se da por vencido contigo?

Por su parte, Chiara se sumergía en su rutina, intentando distraerse, pero la realidad era ineludible. Cada vez que su teléfono vibraba y veía el nombre de Violeta, sentía una mezcla de tristeza y rabia. No había querido que todo esto terminara así, pero tampoco podía evitar recordar la imagen de Violeta con Daniela. Había sido demasiado para procesar.

Esa misma tarde, Chiara decidió que necesitaba hablar con alguien. Aunque se había guardado sus sentimientos al respecto, sabía que tarde o temprano explotarían. Fue entonces cuando decidió llamar a Ruslana.

—Tengo que contarte algo —le dijo a su amiga al teléfono.

—Dime, ¿estás bien? —respondió Ruslana, notando de inmediato el tono cansado de Chiara.

—¿Tienes tiempo para un café? Necesito hablar de algo que ha estado pasando —sugirió Chiara, consciente de que necesitaba decirle a alguien lo que había ocurrido.

Unas horas después, ambas estaban sentadas en su café habitual, un lugar tranquilo al que iban desde que se conocieron. Chiara removía su bebida sin mucho ánimo, mientras Ruslana la observaba, con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Ruslana, sin preámbulos.

Chiara tomó aire y comenzó a hablar. Le contó todo: la cita con Violeta, cómo había creído que había algo más que amistad, la llegada de Daniela y, finalmente, cómo había visto a las dos juntas. El relato fue lento, pero doloroso. Ruslana escuchaba con atención, su expresión endureciéndose con cada palabra.

—Y entonces... simplemente me fui —concluyó Chiara, incapaz de mirarla a los ojos. —Me fui porque no podía estar allí. No podía verlas juntas.

Ruslana frunció el ceño, claramente disgustada.

—Espera, espera... —interrumpió, mordiéndose el labio. —¿Violeta te dejó para estar con esa tal Daniela? Y luego... ¿follaron?

—Sí —dijo Chiara, mirando su taza vacía.

Ruslana respiró hondo, tratando de contener su enfado. La lealtad que siempre había sentido hacia su amiga la hacía hervir por dentro. No solo estaba dolida por lo que le habían hecho a Chiara, sino que empezaba a sentir un creciente desprecio hacia Violeta. No la conocía mucho, pero había oído lo suficiente para hacerle perder cualquier buena impresión que pudiera tener.

—No puedo creerlo. ¿Y todavía intenta hablar contigo después de lo que hizo? —Ruslana negó con la cabeza, sin ocultar su molestia.

—Sí. Me sigue escribiendo, quiere explicarse, pero... no sé si quiero escucharla —admitió Chiara, sintiendo la presión del dilema en su pecho. Parte de ella quería darle a Violeta la oportunidad de explicarse, pero otra parte simplemente no quería revivir el dolor.

El Arte del Destino - KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora