Prólogo

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En una fría noche de 1954, la familia Cullen se reunía en la acogedora sala de su hogar

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En una fría noche de 1954, la familia Cullen se reunía en la acogedora sala de su hogar. La luz suave de las lámparas iluminaba las sombras, mientras algunos miembros jugaban ajedrez, concentrados en cada movimiento, otros se acurrucaban en los brazos de sus parejas, disfrutando de la calma de la velada, en una esquina, el delicado sonido de un piano llenaba el aire; Edward y Bianca tocaban juntos el piano que decoraba la habitación, sus dedos deslizándose armoniosamente por las teclas, embelleciendo el momento con una melodía tranquila que envolvía la habitación.

El momento de calma se rompió por el grito emocionado de Alice, quien se levantó rápidamente tras una visión. Todos dejaron lo que estaban haciendo y se giraron hacia ella.

Alice miró a Bianca con una sonrisa radiante. —¡Tu compañero! ¡Acabo de verlo!— Bianca abrió los ojos, sorprendida, y se levantó del sillón frente al piano para acercarse a su hermana adoptiva.

—¿Cómo es? ¿Cuándo vendrá? ¡Dame su nombre, Alice!— bombardeó a la vampira vidente con preguntas, emocionada. Siempre había visto a los miembros de la familia felices con sus compañeros... menos Edward, pero ese no era el punto. Ella siempre había querido experimentar lo que era tener un compañero.

Carlisle se acercó a la más joven, apoyando suavemente su mano en su hombro. —Relájate, Bianca. Todo llegará a su tiempo— dijo con una sonrisa que reflejaba tanto diversión como felicidad por ella.

Bianca nunca discutiría con Carlisle, así que asintió resignada. Cuando él se apartó y todos regresaron a sus actividades, Alice se acercó a ella y le susurró al oído con picardía. —Mattheo, Mattheo Swan...— Bianca sonrió levemente, agradecida por la revelación.

Era evidente que toda la familia había escuchado; después de todo, eran vampiros. Pero no le dio importancia y se dirigió hacia Edward, quien la miraba con burla.

Rodó los ojos con una sonrisa despreocupada; no le importaba lo que dijeran en ese momento... su único pensamiento giraba en torno a su compañero: Mattheo Swan.

Esperaría lo que fuera necesario: días, semanas, meses e incluso años. Después de todo, era su compañero destinado, y eso nunca cambiaría.

La idea de Mattheo llenaba su mente, como una melodía suave que la acompañaba en cada momento. Imaginaba cómo sería su encuentro, cómo se vería su sonrisa y qué palabras compartirían, la emoción y la ansiedad danzaban en su interior, pero había una calma en su corazón, como si supiera que todo sucedería en el momento adecuado.

Mientras tanto, se dedicó a disfrutar de la compañía de su familia. Aunque una parte de ella siempre anhelaba a su compañero, la melodía del piano y las conversaciones llenaban el aire, creando un ambiente acogedor que la envolvía. Encontraba consuelo en esos momentos compartidos, sabiendo que el amor y el apoyo de su familia, fuera o no biológica, siempre estarían a su lado.

Bianca sonrió al pensar en lo que estaba por venir, con la esperanza brillando en sus ojos. Sabía que su vida cambiaría para siempre en el instante en que lo conociera, y hasta entonces, su corazón permanecería abierto y listo para recibir a su compañero.

 Sabía que su vida cambiaría para siempre en el instante en que lo conociera, y hasta entonces, su corazón permanecería abierto y listo para recibir a su compañero

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𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐄𝐃 𝐒𝐎𝐔𝐋𝐒| the twilight saga Donde viven las historias. Descúbrelo ahora