UNO

2 0 0
                                    

La tristeza lo llenaba casi por completo, pero Alejandro no quería lloran frente a sus papás. Tomó una de las cajas con su nombre junto a una carita feliz, que por supuesto no había hecho él, y al llevó a la que sería, a partir de esa noche, su habitación.

Apenas cerro la puerta, las lágrimas empataron sus ojos. Miró las paredes blancas y brillantes y sólo pudo pensar en un futuro triste y opaco. ¿Qué haría ahora, solo en ese edificio? Sus papás le habían advertido que la ciudad no era como el lugar donde vivían antes. Allí los niños no salían a jugar solos hasta el anochecer:era peligroso. Y también sabía lo difícil que sería asistir a un nuevo colegio a medio año escolar. Los amigos se hacen en los primeros días de clase. Para entonces todos los grupitos estarían formados y él no tendría lugar en ninguno.

Alejandro no derramó demasiadas lágrimas. Pronto la tristeza fue desplazada por enojo y preocupación, que le hacían sentir el corazón apretado y un hoyo en el estómago, pero no le provocaban llanto. Suspiro profundamente, como a veces se hace después de un berrinche, y sintió algo de náusea. Era el olor a pintura reciente de esas paredes. La ventana que daba al jardín estaba abierta, pero la otra no, por eso no circulaba el aire. Alejandro tiro de la manija, parecía atascada. Intento con más fuerza, pero era imposible. Entonces vio una silueta pasar por la ventana sin cristal del departamento de enfrente. Tal vez era su papá o su mamá, que había ido a hacer planes pensando en el futuro 𝐏𝐞𝐧𝐭𝐡𝐨𝐮𝐬𝐞. En ese momento la puerta de su recámara se abrió, y sus papás entraron con un caja grande

-Alex, hijo, acércate- pidió su mamá. Su papá colocó la caja en el suelo.

-Esto es para ti. No queremos que te sientas solo mientras te adaptas- dijo su papá-. ¿Que pasa, hijo, que miras?

-¿Estan todavía los señores de la mudanza? - pregunto Alejandro sin dejar de mirar la ventana de enfrente.

-No. Terminaron de bajar todo y se fueron. Ahora nos toca a nosotros arreglar un poco... ¿Que pasa, que hay? - su mamá se había acercado a la ventana.

-No se, nada- contestó Alejandro y miro por primera vez la caja, que se movía por sí sola en el suelo.

Pero... ¿Lo había hecho?

¡Sí! Dentro de la caja brincaba un cachorro tratando de salir. Era un perrito color miel, de patas grandes, orejas caídas y una lengua que lamía sin parar su cara. Alejandro se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo.

𝐀𝐋𝐆𝐔𝐈𝐄𝐍 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐀 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora