La lluvia caía fuerte en la ciudad mientras Lucero observaba por la ventana del auto de su madre, los pensamientos enredados en el recuerdo de Manuel. Habían pasado solo unos días desde que él les pidió que se fueran, pero su intuición le decía que algo mucho más profundo estaba ocurriendo. Las llamadas entre ambos se volvían más escasas y breves. Su voz, que solía calmarla, ahora le parecía un eco distante, casi como si estuviera hablando con un extraño.
ML: Estás bien, hija? (le preguntó su madre desde el volante, con una mirada preocupada que no pasó desapercibida)
Lucero asintió, aunque sabía que mentía. La incertidumbre le quemaba el pecho, pero trataba de mantenerse firme por su hijo, quien dormía plácidamente en su sillita trasera, ajeno al torbellino emocional que envolvía a sus padres. Pero en lo más profundo de su ser, sentía el vacío que había dejado Manuel.
Al llegar a la casa de su madre, Lucero tomó una decisión. No podía seguir sin saber la verdad. Esa misma noche, cuando jos finalmente se durmió, intentó llamar a Manuel de nuevo, pero como en los días anteriores, no obtuvo respuesta. Los mensajes se acumulaban sin respuesta. Sabía que él estaba intentando protegerlos, pero también sabía que lo que fuera que estaba enfrentando no podía hacerlo solo.
Mientras tanto, Manuel se encontraba en un aeropuerto pequeño y alejado de la capital. Un vuelo privado lo esperaba para llevarlo lejos, tan lejos como fuera necesario. Había logrado un plan para despistar a Hernández y su gente, un plan que involucraba cortar todo contacto con su vida anterior, incluso con Lucero.
—Estás listo? (preguntó un hombre de mediana edad que se encontraba a su lado, el piloto del jet privado que lo llevaría fuera del país)
Manuel asintió en silencio, con la mirada perdida. Todo lo que había construido, todo lo que había amado, quedaría atrás en ese momento. Mientras subía las escaleras del avión, sintió que algo se rompía dentro de él, algo que no estaba seguro si podría reparar. Pero no había vuelta atrás.
***
Francia se alzaba bajo un cielo gris cuando Manuel llegó a su destino. Un pequeño pueblo en la Provenza se convertiría en su refugio temporal. El lugar era tranquilo, apartado, el último lugar donde alguien buscaría a un hombre como él. Había elegido ese rincón del mundo cuidadosamente, y en un principio, todo apuntaba a que su plan estaba funcionando.
La primera semana fue un tormento. Lejos de Lucero y de su hijo, Manuel se sentía un fantasma. Su vida anterior parecía un sueño distante, y aunque sabía que estaba haciendo lo correcto para protegerlos, el dolor de la separación lo carcomía. En ese lugar de soledad fue donde conoció a Camila.
Camila era una joven francesa, que trabajaba en el pequeño restaurante del pueblo. Con su cabello rubio y sus ojos marrones, transmitía una dulzura que contrastaba con la dureza del mundo que había dejado atrás. Su sonrisa era siempre cálida, incluso cuando no había clientes alrededor. Se había fijado en Manuel desde el primer día, cuando él llegó buscando una cena rápida, y en los días siguientes, sus visitas se volvieron más frecuentes.
Una tarde, cuando el restaurante estaba prácticamente vacío, Camila decidió acercarse.
C: De dónde vienes? (preguntó con curiosidad, en un tono suave)
Manuel levantó la mirada, sorprendido por la pregunta. No quería dar detalles de su vida, pero algo en los ojos de Camila lo hizo sentir que podía hablar, al menos un poco.
M: De muy lejos… (respondió, con una sonrisa triste)
C: Se nota que llevas una carga pesada (continuó ella, sirviéndole un café) Aquí, todos buscan dejar algo atrás.
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Abismo
FanfictionManuel, atrapado entre el amor de su vida y el peligro que los acecha, se enfrenta a la decisión más difícil. Entre el amor y el peligro, ¿podrá Manuel salvar lo que más le importa, o lo perderá todo?