Prólogo: Un Destino Sellado

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El viento soplaba con fuerza alrededor de la majestuosa mansión Rousseau, situada en lo alto de una colina que dominaba el paisaje brumoso de la campiña. La familia Rousseau era conocida por su linaje antiguo y poderoso, una de las más respetadas entre los magos de sangre pura en Europa. Sus orígenes se remontaban a siglos de tradición, donde cada miembro de la familia había sido educado bajo los estrictos ideales de pureza de sangre y lealtad a los principios de Salazar Slytherin. Y entre esos principios, el más importante era la pureza del linaje mágico.

Madeleine Rousseau había nacido en el seno de esta familia, un peso que sentía sobre sus hombros incluso antes de comprenderlo. Desde el momento en que abrió los ojos en su elegante cuna, en la enorme habitación de la mansión familiar, ya se esperaba algo de ella. Había nacido con una responsabilidad impuesta, un destino que sus padres parecían haber decidido antes de que ella tuviera la oportunidad de elegir su propio camino.

—Es una niña fuerte —comentó su madre, Eleanor Rousseau, observando a la pequeña Madeleine en su cuna—. Al igual que su hermana, Katherine.

—Será igual de brillante —respondió su padre, Armand Rousseau, con la mirada dura, pero satisfecho con la segunda hija que llevaba su nombre.

Desde pequeña, Madeleine creció en la sombra de su hermana mayor, Katherine. Katherine, con su cabello oscuro como la noche y sus ojos afilados, era la favorita de sus padres. Había sido seleccionada en Slytherin, como todos los Rousseau antes de ella, y mostraba una lealtad inquebrantable a la tradición familiar. Para Armand y Eleanor, Katherine representaba la perfección.

Madeleine, por otro lado, no era como su hermana. Su cabello castaño claro y sus ojos curiosos siempre parecían vagar más allá de las lecciones que sus padres le daban sobre la importancia de la pureza de la sangre. A medida que crecía, sentía una desconexión con las enseñanzas de su familia. Aunque amaba a su hermana, no podía evitar sentir que había algo más en el mundo mágico, algo que sus padres y los ideales familiares no comprendían del todo.

A menudo, Madeleine se encontraba escapando de las lecciones estrictas de etiqueta o de historia de la magia oscura para vagar por los jardines de la mansión. El aire fresco y las flores de colores brillantes la hacían sentir libre, aunque solo fuera por unos momentos.

—Madeleine —llamaba la voz severa de su madre desde la terraza de la mansión—. Regresa. Es hora de tus lecciones.

Suspirando, la niña de apenas seis años dejaba las flores y volvía corriendo a la casa, donde la severa expresión de su madre la esperaba. Eleanor no era una madre cariñosa; las emociones eran vistas como una debilidad en la familia Rousseau. Sin embargo, Katherine siempre recibía un trato preferencial. Siempre.

Una tarde, después de una larga lección sobre los grandes magos oscuros de la historia, Madeleine se atrevió a preguntar algo que había estado rondando su mente por días.

—Madre... ¿Por qué es tan importante la pureza de sangre? —preguntó con timidez, temiendo la reacción.

Eleanor la miró fijamente, como si la simple pregunta fuera una traición a la familia.

—Porque los magos de sangre pura son superiores, Madeleine —respondió Eleanor fríamente—. No debemos mezclar nuestra magia con aquellos de linaje inferior. Los hijos de muggles y los mestizos debilitan nuestra raza. Somos los guardianes de la verdadera magia, los que mantendremos la pureza y el poder intacto para las futuras generaciones.

Madeleine asintió en silencio, pero en su interior, no podía entender por qué era tan importante. Si alguien podía hacer magia, ¿no era eso lo que realmente importaba? Pero no se atrevió a expresar sus dudas en voz alta. Sabía que sus padres no tolerarían ese tipo de pensamientos.

The Rousseau DisappointmentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora