𝕯𝗜𝗘𝗧 𝗢𝗙 𝗦𝗘𝗫

05

— ¿Tu casa o la mía?

— ¡No digas esas cosas así! Necesitamos privacidad para hablar sobre eso. — Navier regañó levemente, tratando de ignorar la fuerte mirada de esa señora justo a su lado. Era cierto, Rashta no tenía que decir ese tipo de cosas en lugares públicos o en restaurantes, y menos en voz alta.

— Pero es que tenemos que bajar de peso y tú me traes a un restaurante de comida china, la comida más grasosa del mundo, ¿Qué quieres que haga?

— ¿Qué seas una persona normal? El cocinero nos acaba de ver mal por lo que dijiste. — Ambas miradas en la cocina, donde un chico los miraba con los ojos entrecerrados mientras afilaba su cuchillo.

— Solo dije un hecho.

— Si sigues así nos van a sacar.

— Yo ni siquiera quiero estar aquí.

— Pues yo sí, muero de hambre, ¿serías tan amable de dejarme comer en paz? — Torció sus ojos, como si estuviera pidiendo mucho, y después hizo un gesto con su mano, cediéndole el permiso de comer. — Eres muy amable, gracias.

— Estás muy diferente desde lo que pasó entre nosotras, ¿te enojaste conmigo? — Un dedo índice coqueto en su mano, y se atragantó con los fideos que tenía en su boca, haciendo que la señora de la otra mesa los mirara raro.

— No tenemos que hablar de eso aquí.

— Si te enojaste, ¿por qué? Solo te hice sentir bien.

— Rashta, hablaremos después, solo que por favor, cállate. — Un tono brusco, y siguió masticando, al tiempo que el mencionado suspiró, entrelazó sus brazos, y comenzó a utilizar el celular de Navier, tomándose fotos para llenarle la memoria. Treinta en la misma pose, solo cambiaba su cara, pero aun así quería que la mayor conservara todas.

Ver a Navier comer fue todo un proceso lento para la menor, que ya no sabía qué hacer en ese restaurante. Jugaba con sus tenedores, dibujaba en el menú de niños, pedía un vaso para pequeños y se peleaba con la mesera porque ya estaba muy grande para esos vasos, pero aun así el menor los quería. Se levantaba para ir al baño, le roba a un brócoli a la rubia, y después volvía al celular de su mayor, jugando los juegos que tenía instalados solo para ella. Una risita, cuando dejó de comer, pagó todo, y se levantó, con su mochila y ambas caminaron a la salida, con Rashta riendo.

— ¿Quieres hacer algo más?

— Quiero saber por qué estás enojada conmigo.

Navier torció sus ojos, y volteó a ver a su mejor amigo, tomándola de sus abultadas mejillas. Realmente amaba esas mejillas, realmente quería que si su amigo adelgazaba, conservará esas lindas y suaves mejillas, tan abultadas, siempre sonrosadas y lindas estuvieran ahí siempre. Cuando lo sujetó, se dio cuenta de que de verdad la amaba. Amaba todo de Rashta, de manera desinteresada. Iba más allá de su rostro lindo, iba más allá de que fuera algo rellenita, ella amaba a Rashta tal y como era, y recordó las palabras de su tío.

"Aprovecha su calor."

Iba a sacar provecho de todo lo que le estaba ofreciendo la menor.

Con ese abultado rostro acunado en sus manos, sus labios se atrevieron a acariciar los contrarios, un beso suave. Navier solo tenía una petición para seguir en su trato, seguir besando a Rashta. Sus labios sabían a sandía, y eran mejor de lo que había imaginado. Solo la besó levemente, un poquito, y después mordió levemente ese labio inferior, y se separó de la menor.

— Vamos a tu casa, no hay nadie.

— Los preservativos ya están allá. — El rostro sonrojado de la menor le indicó que ella no esperó ese beso, y se sintió bien estar en el lugar de Rashta. Ella no mostraba nervios ante sus acciones mientras el otro estaba muerto de vergüenza, y se sentía bien. Al no mostrar remordimiento.

Su vista vagó hasta el cuerpo de la menor a su lado, cuando menos se dio cuenta, ya estaba en la casa de la menor, que estaba intentando abrir su puerta con nerviosismo, temblando, Navier realmente tampoco estaba tan lista para hacer lo que iba a hacer.

La señal de que cerró la casa con seguro, entrelazaron sus manos, y ambos partieron al cuarto de la menor, decididas a lo que iban a hacer. Navier mentalizó en todo el camino lo que iba a pasar ese día, Rashta iba a perder su virginidad con ella, algo que lo hizo ponerse de nervios.

Estaban las dos sentadas en la cama de la menor, con sábanas nuevas, y la peliblanca se removía bastante, haciendo sonar la cama.

— Creo que deberías cambiar las sábanas, a unas viejas.

— Está bien, después las lavaré.

Ambas asintieron, y Rashta se puso a jugar con sus dedos, siendo tierna.

— ¿Cómo fue tu primera vez?

— En un baño, el señor Park me acorraló en los baños y, ahí pasó la cosa, perdí mi virginidad en un baño público. — La menor asintió, mordiendo su labio inferior, labio, que fue anteriormente mordido por su mejor amiga. —Quiero que el tuyo sea especial, Rashta.

—Ya lo es, si es contigo, tonta, pero tengo miedo, ¿y si me duele?

—Haré todo lo posible para que no te duela.

Rashta asintió, y se acercó a la mayor, viendo sus labios. Estaban tan nerviosos, casi temblando. Navier tragó saliva, sujetó el rostro de Rashta, y la besó con sumo cuidado, moviendo sus labios de manera lenta y cuidadosa. Esos labios sabor sandía debían ser cuidados con toda la cautela del mundo, que el mismo tenía miedo de hacer algo mal. Comenzaron a moverlos al mismo tiempo que las manos de la menor fueron por las de su amiga, poniéndolas en su pecho izquierdo, y gimió levemente cuando sintió que lo apretó levemente, sobre su camisa.

Manos debajo de la camisa de Navier, tocando su abdomen a medio formar, después sintió como la menor se separó para comenzar a desabotonar su camisa de botones, uno por uno, y cuando terminó, besó su clavícula, para después dejar un rastro de saliva con su lengua por toda la extensión.