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POV. Juanjo

El beso entre Martin y yo se interrumpe de golpe cuando un grito aterrador sacude la calma de la mansión.

- ¡Papi! —la voz de Valentina me atraviesa como un cuchillo

Mi corazón se acelera al instante. En cuestión de segundos, me aparto de Martin, con el rostro endurecido por la preocupación. Valentina. La única parte de mi vida que mantengo protegida de todo y de todos. No me detengo a pensar, simplemente corro hacia su habitación, dejando a Martin atrás sin una palabra.

Al llegar, la veo. Ahí está, sentada en su cama, con su pequeña figura encogida y temblorosa, sus pequeños ojos verdes llenos de lágrimas y un miedo visible en su rostro. Mi Valentina. Cada vez que la veo así, algo dentro de mí se rompe, como si todo el poder, todo el control que tengo sobre este mundo se desvaneciera en su sufrimiento.

- Papi... he tenido una pesadilla... — susurra con la voz rota. No pienso, solo la abrazo. La envuelvo en mis brazos como si pudiera protegerla de todo, incluso de sus propios miedos. Siento su pequeño cuerpo temblar contra el mío y, por un segundo, el resto del mundo desaparece. Solo importa ella.

- Shh, ya pasó, mi amor. Estoy aquí. Nadie va a hacerte daño — Mi voz sale más suave de lo que jamás permitiría que alguien más escuchara. Valentina es lo único que me hace bajar la guardia, lo único que me hace humano en medio de este mundo de monstruos.

La acaricio, trato de calmarla. Sé que todo esto es culpa mía. No debería estar aquí, en mi mundo. Pero no tengo otra opción. Protegerla es mi única prioridad, aunque eso signifique exponerla a riesgos que ni siquiera quiero imaginar. Miro a Martin de reojo, de pie en la puerta. Él está observando, callado, y sé lo que está pensando. No sabía que tenía una hija. Nadie lo sabe. Es lo único que he logrado mantener en las sombras, fuera del alcance de la vida que llevo.

- ¿Otra vez el monstruo? —le pregunto a Valentina, porque conozco bien sus pesadillas. Esta no es la primera vez.

- Sí, papá... era enorme. Estaba aquí, en mi habitación... —dice entre sollozos.

Mi corazón se retuerce. Acaricio su cabello y le sonrío, aunque por dentro esté furioso, furioso conmigo mismo por no haber podido mantenerla completamente a salvo, ni siquiera de sus miedos.

- No hay monstruos aquí, Valentina. Yo me encargo de que no haya ninguno, nunca. —Le susurro eso mientras reviso cada rincón de su cuarto, asegurándome de que todo esté en orden, aunque sé que no hay nada. Esto es solo una pesadilla, pero para ella es real.

Valentina sigue abrazada a mí, su respiración calmándose poco a poco. Le beso en la frente, como hago siempre para tranquilizarla, y por un segundo, todo parece estar bien. Pero no lo está. Porque ahora Martin sabe. Me levanto de la cama lentamente, sin soltar a Valentina, pero sin quitarle los ojos de encima a Martin.

- No sabía que tenías una hija —dice Martin, rompiendo el silencio con esa voz calmada que siempre usa

- Valentina es lo más importante para mí. —digo, con una frialdad que oculta el miedo que siento por dentro—. Es lo único que vale la pena en este maldito mundo. Y haría lo que fuera por protegerla

Valentina, aún en mi abrazo, levanta la mirada hacia mí, sus ojos verdes llenos de curiosidad y un poco de temor. Después de un instante de silencio, sus labios se mueven, pronunciando la pregunta que no podía evitar.

- ¿Papi, quién es el? —pregunta, señalando a Martin con un pequeño dedo tembloroso.

Siento como si el aire se me escapara de los pulmones. Nunca quise que Valentinase viera involucrada en mi vida. Ni siquiera sabía cómo explicarle quién era Martin y por qué estaba allí

Bajo el manto de la mafia - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora