☁︎ Pensamientos Inquietantes Bajo la luz de la luna ☁︎

IV: ABISMO

La vergüenza y el pudor me invadían como una marea imparable. Era esa pesada opresión en el pecho, en la cabeza, esa mezcla de pensamientos oscuros que me hacían sentir como un monstruo. Si me mirara al espejo en esos momentos, juraría que vería mis imperfecciones amplificadas, convertidas en cicatrices enormes y abiertas. Heridas invisibles para los demás, pero tan palpables para mí. Todo supuraba, especialmente en mi pecho, como si los recuerdos que alimentaban esas heridas se negaran a quedarse en silencio. Los recuerdos de las veces que callé, que permití, que cedí. Las veces que me convencí de que no merecía más, de que debía conformarme para no perder lo poco que tenía.

Estaba cansada de sufrir, de este ciclo interminable de dolor. Solo quería paz, esa paz y estabilidad que, en algún momento de este camino, comencé a saborear. Pero ahora temía que lo perdería todo. No dependía de mí; siempre fue todo o nada. Y en cada ronda, me sentía más perdida, más vacía. Cada apuesta me costaba una parte de mí misma, todo con la esperanza de alcanzar ese premio que había idealizado, pero que, claramente, no estaba destinada a recibir. Me sentía la persona menos indicada para tenerlo, como si, por ser lo que soy, no mereciera siquiera desearlo.

No sé cuánto más podré soportar. Cada vez que me acerco a ese sueño, algo se desmorona. Pierdo el control, y la culpa me devora. ¿Y si todo esto es realmente mi error? Tal vez nada de lo que anhelo es posible, y ese premio no me pertenece. Quizás solo lo alcanzará alguien más digno, alguien que no sea una bestia. Porque, ¿qué derecho tiene una bestia, descontrolada y rota, a algo más que sufrimiento?

Soy una mezcla de emociones, una contradicción viviente. Tengo un corazón que aún ama las flores y los pequeños detalles, un corazón que no quiere hacer daño a nadie y que, sin embargo, está atrapado en esta oscuridad. La misma bestia que una vez fue amable, ahora se esconde en una esquina, consumida por la vergüenza y el dolor, esperando que los últimos rastros de humanidad se desvanezcan.