El estadio resonaba con los vítores de los fanáticos. Los reflectores iluminaban el campo mientras dos equipos de élite se preparaban para el pitido inicial. Entre los jugadores, destacaba la figura de Rin Itoshi, conocido por su técnica implacable, y Alice, una jugadora emergente que había ganado reconocimiento en el circuito profesional por su velocidad y precisión.Lo que pocos sabían, sin embargo, era que Rin y Alice no solo compartían la pasión por el fútbol. Fuera del campo, eran pareja desde hacía meses, y aunque su relación había empezado con una rivalidad feroz, ambos habían aprendido a equilibrar su competitividad con el cariño mutuo.
Hoy, por primera vez, sus equipos se enfrentaban en un partido amistoso de alto nivel. Aunque se trataba de un encuentro de exhibición, la tensión era palpable en ambos bandos. Alice estaba concentrada, dispuesta a demostrar que podía enfrentarse de igual a igual con Rin. Él, por su parte, no subestimaba la habilidad de su pareja. Sabía bien que Alice no era una jugadora a la que se podía dar por vencida fácilmente.
El pitido inicial sonó, y el partido comenzó. Alice, rápida como un relámpago, tomó el balón y lo condujo hacia la portería contraria, esquivando a varios defensores. Su precisión era admirable, pero cuando se acercaba al área, Rin la interceptó con una barrida limpia, arrebatándole el balón en el último segundo.
-Nada mal -murmuró Rin, levantándose, lanzándole una mirada desafiante.
-No creas que va a ser tan fácil -respondió Alice con una sonrisa juguetona.
El partido continuó con un ir y venir imparable. Ambos equipos luchaban con fervor, pero todos en el estadio podían sentir que el verdadero enfrentamiento estaba entre Rin y Alice. Cada vez que uno de los dos tenía el balón, el otro estaba ahí, listo para contrarrestar cada jugada. La audiencia no podía apartar la vista de ellos, fascinados por la intensa conexión y rivalidad.
Cerca del final del partido, Alice consiguió lo que parecía imposible. Después de un pase perfecto de su compañera de equipo, dribló con destreza a dos defensores y, con un movimiento rápido, se enfrentó a Rin, quien era el último obstáculo antes del gol.
-No me vas a ganar, Rin -dijo Alice, determinada.
-Eso ya veremos, Alice -contestó él, con una leve sonrisa en los labios.
En un instante, Alice amagó hacia la izquierda, pero en un giro sorprendente, disparó hacia la derecha, enviando el balón directo a la esquina de la portería. El portero no tuvo oportunidad. ¡Gol!
El estadio estalló en aplausos, pero para Alice, lo más importante era la mirada que Rin le lanzó desde el otro lado del campo. No era de frustración ni de derrota. Era una mirada cargada de respeto, admiración y algo más profundo. Rin, pese a su competitividad, no podía evitar sentirse orgulloso de ella.
El pitido final marcó el fin del partido. El equipo de Alice había ganado por un gol, y aunque Rin no era de los que aceptaban la derrota fácilmente, en esta ocasión se lo tomó con calma. Tras el saludo formal entre equipos, ambos se dirigieron a los vestuarios, donde el ambiente era mucho más relajado.
Después de cambiarse, Alice se quedó sola en el vestuario vacío, revisando mentalmente el partido, cuando sintió unos pasos conocidos acercarse. Rin apareció en la puerta, todavía con el cabello mojado después de la ducha. Su expresión era tranquila, pero sus ojos no dejaban de mirarla con esa intensidad que la hacía sentir única.
-Jugaste bien -dijo Rin, cruzando los brazos-. Pero no te acostumbres a ganar.
Alice sonrió, dejando su mochila a un lado y caminando hacia él.
-Tú también lo hiciste bien. Pero admitámoslo, me lo gané -bromeó, mirándolo con picardía.
Rin la miró fijamente por un momento, luego dio un paso hacia ella. En el silencio del vestuario, el eco de sus pasos hacía que el momento se sintiera más íntimo, más personal.
-Me sorprendes cada vez más, Alice -dijo, su voz más suave, mientras alzaba una mano y le apartaba un mechón de cabello de la frente-. Eso es lo que más me gusta de ti.
Alice sintió un leve sonrojo en sus mejillas, algo que no solía sucederle. A pesar de que ambos habían compartido momentos cercanos antes, había algo especial en este instante, en la forma en que Rin la miraba, como si nada más en el mundo importara.
-¿Solo eso te gusta de mí? -preguntó ella, provocativa, levantando una ceja.
Rin no respondió con palabras. En cambio, inclinó su rostro hacia el de ella y la besó suavemente. Fue un beso lleno de promesas no dichas, de respeto mutuo y de amor profundo que habían construido a lo largo de su relación. Ninguno de los dos se preocupaba por la rivalidad en ese momento, ni por los partidos futuros. Solo estaban ellos dos, compartiendo un momento de paz después de un día de competencia.
Cuando finalmente se separaron, Alice lo miró con una sonrisa.
-Espero que no te moleste haber perdido hoy -dijo con un guiño.
Rin soltó una risa suave, algo raro en él, y le dio un beso en la frente antes de susurrar:
-No si es contra ti.
Y con eso, ambos salieron del vestuario, listos para enfrentar lo que el mundo del fútbol y su relación les deparara, sabiendo que, aunque fueran rivales en el campo, fuera de él, siempre serían el equipo más fuerte.