Este capítulo no es apto para personas sensibles y no es que haya... Frutifantastico o algo asi, no es gráfico pero se mencionan heridas :D
El aire del Bosque de la Muerte era opresivo, como si toda la naturaleza conspirara para aplastar a cualquiera que se atreviera a adentrarse en él. Shizune avanzaba con cautela, cada paso impregnado de la tensión que sólo podía sentirse en un lugar donde la muerte acechaba en cada rincón. El bosque no sólo era oscuro y denso, sino que parecía tener vida propia, cada árbol, cada brizna de hierba vibraba con una energía que le erizaba la piel.
A medida que se adentraba más en el interior, sintió un crujido bajo sus pies. Antes de que pudiera reaccionar, el suelo desapareció bajo ella. Con un grito ahogado, cayó en picada por un pozo profundo. No se veía el fondo, y el aire a su alrededor se hizo cada vez más frío y pesado a medida que descendía. Sin embargo, su caída fue abruptamente interrumpida cuando gruesas lianas cubiertas de espinas la atraparon.
—¡Ah! —gritó, sintiendo cómo las espinas se enterraban en su piel, perforando su ropa y clavándose en sus brazos y piernas.
Las lianas no sólo la detenían, sino que comenzaban a apretarse lentamente alrededor de su cuerpo, como si estuvieran vivas, arrastrándola más y más cerca de una oscuridad insondable. Shizune se revolvía, intentando liberarse, pero cada movimiento hacía que las espinas se hundieran más profundamente en su carne. El dolor era insoportable, pero no tenía opción.
Al mirar hacia arriba, vio que la única forma de salir era utilizar las mismas lianas que la habían atrapado. Aunque estaban cubiertas de espinas afiladas, era la única manera de escapar del pozo. Con las manos ensangrentadas, se agarró a una de las lianas y comenzó a tirar de sí misma hacia arriba.
Con cada tirón, las espinas se enterraban en sus palmas, desgarrando su piel y dejando rastros de sangre en su ascenso. El dolor era agudo, como si cientos de pequeñas agujas perforaran sus manos cada vez que se movía. Sin embargo, Shizune apretaba los dientes y continuaba subiendo. El miedo a caer de nuevo en la oscuridad era mayor que el sufrimiento.
—No puedo... no puedo detenerme —se decía una y otra vez, su respiración entrecortada mientras las gotas de sudor se mezclaban con la sangre.
Con cada metro que subía, su cuerpo se debilitaba más. Las lianas parecían extenderse interminablemente hacia arriba, pero no tenía más remedio que continuar. La luz en la parte superior del pozo era su única esperanza. A medida que ascendía, sus manos sangraban profusamente, y sentía cómo su energía se desvanecía lentamente.
Finalmente, tras lo que le pareció una eternidad, logró alcanzar el borde del pozo. Con un último esfuerzo, se impulsó fuera de las lianas y cayó al suelo, jadeando por aire. Estaba exhausta, con sus manos y brazos cubiertos de cortes profundos. Pero no podía permitirse descansar. El bosque no le daba tregua, y sabía que su objetivo aún estaba lejos.
Se puso en pie con dificultad, tambaleándose mientras trataba de ignorar el dolor en sus manos. Tenía que seguir adelante, no importaba cuán agotada se sintiera. Avanzó por el denso follaje, pero con cada paso, sus fuerzas disminuían. A lo lejos, escuchó el sonido de agua corriendo y se dirigió hacia él, pensando que podría refrescarse y recuperar algo de energía.
Al llegar a la orilla de un río estrecho, se arrodilló y sumergió sus manos en el agua fría, lavando la sangre y el barro de sus heridas. El alivio fue temporal, pero agradecido. Sin embargo, cuando miró hacia el agua, algo se movió bajo la superficie. Pirañas, pequeñas pero letales, se acercaban a la orilla, atraídas por el olor de su sangre.
—No puede ser… —susurró Shizune, retrocediendo lentamente. Pero antes de que pudiera alejarse por completo, el suelo bajo sus pies cedió de nuevo, y cayó al agua con un chapoteo estruendoso.
Las pirañas, despiadadas, la rodearon en segundos. Shizune nadaba frenéticamente, luchando por alejarse de los peces que la mordían, sus dientes afilados cortando su piel con cada mordisco. El dolor era insoportable, pero su instinto de supervivencia la impulsaba a seguir nadando. Las heridas en sus manos y piernas empeoraban con cada segundo que pasaba en el agua.
Logró agarrarse a una roca en la orilla, y con un esfuerzo monumental, se arrastró fuera del río, sus piernas llenas de cortes y mordidas. Estaba respirando con dificultad, sintiendo cómo el agotamiento físico y el dolor comenzaban a superarla. Miró hacia abajo y vio su pierna derecha, severamente herida, sangrando profusamente. Sentía el dolor punzante y sabía que cada paso sería una lucha.
Casi sin fuerzas, Shizune comenzó a caminar de nuevo. El bosque parecía retorcido y cada vez más peligroso. A lo lejos, pudo oír un crujido entre los árboles. Se detuvo en seco, su respiración aún agitada, mientras su instinto la mantenía alerta.
De repente, una gigantesca serpiente apareció entre los arbustos. Sus ojos amarillos brillaban en la oscuridad, y su cuerpo largo y musculoso se movía con una agilidad aterradora. Shizune apenas podía mantenerse en pie, pero no tenía otra opción más que luchar.
—Tienes que ser… una broma —murmuró entre dientes, mientras la serpiente se acercaba lentamente, como si supiera que ella ya estaba en su límite.
Shizune desenvainó un kunai con manos temblorosas, lista para defenderse, aunque sabía que sus posibilidades de sobrevivir eran escasas. La serpiente se lanzó hacia ella con una velocidad asombrosa, y Shizune apenas tuvo tiempo para esquivar el ataque. El golpe de la bestia rompió ramas y árboles pequeños en su camino.
Con el kunai en alto, Shizune intentó golpear a la serpiente, pero la piel gruesa de la criatura repelió su ataque. La serpiente contraatacó, envolviendo su cuerpo alrededor de ella en un intento de inmovilizarla. Shizune luchaba por liberarse, pero el agotamiento y el dolor hacían que cada movimiento fuera más lento y menos efectivo.
A medida que la serpiente la apretaba con más fuerza, Shizune sentía cómo su cuerpo cedía. Sus costillas crujieron bajo la presión, y el aire comenzó a faltarle. Desesperada, lanzó una última ráfaga de golpes con el kunai, pero la serpiente apenas reaccionó.
El mundo comenzó a oscurecerse. No sentía su pierna derecha, apenas podía respirar, y sus manos estaban cubiertas de sangre y barro. Sabía que no le quedaba mucho tiempo. La serpiente, segura de su victoria, aflojó su presa por un momento, preparándose para el golpe final.
Shizune estaba a punto de rendirse. El dolor y el agotamiento eran demasiado. Cerró los ojos, lista para aceptar su destino, cuando una sombra se movió rápidamente entre los árboles. Antes de que la serpiente pudiera atacar de nuevo, una voz resonó en el aire, fuerte y decidida.
—¡Aléjate de ella!
En ese instante, una figura apareció entre las sombras del bosque. Era una mujer de apariencia mayor, su cabello gris caía en cascadas desordenadas sobre sus hombros. Con un solo gesto, la serpiente se retiró, como si fuera empujada por una fuerza invisible. La criatura siseó, pero obedeció, deslizándose rápidamente hacia la oscuridad del bosque.
Shizune, apenas consciente, cayó al suelo, su cuerpo débil y casi inmóvil. La mujer se acercó a ella y la levantó con cuidado.
—No te preocupes, muchacha —dijo la anciana, con voz suave pero firme—. Estás a salvo ahora.
Antes de que la oscuridad la reclamara por completo, Shizune alcanzó a murmurar:
—Tsunade...
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Eii me lo imaginé bien cabron.
Por si no se dieron cuenta, está es una historia más concentrada en Shizune
8/oct/24