1| Gran amigo

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Sofía.

Estoy saliendo del instituto. Tuve un día muy pesado, entré clases, exámenes, charla con algunos profesores y el entrenamiento con las porristas. Quedé totalmente agotada.

Estudio en un instituto llamado valle alegría. Sinceramente no entiendo de dónde sacaron el “alegría” ya qué las clases te quitan todo rastro de esa palabra.

Me encuentro en la entrada del instituto, esperando a mi gran amigo Sebastián. El prometió pasar por mí a la hora de salida, pero ya tiene cinco minutos de retraso. Sebastián es mi amigo desde hace algunos años, se mudo al lado de mi casa cuando yo tenía trece, el ya estaba por cumplir quince.

Mis amigas se despiden de mí con un nos vemos mañana. Reviso la hora en mi teléfono y son la 1:45 el tenía qué llegar hace diez minutos. Cómo estoy cansada de seguir esperando lo, pienso seriamente en irme caminando.

Una camioneta 4x4 se detiene frente mío. La ventana del copiloto se abre y veo a mi amigo con una gran sonrisa en el rostro.

—Hola preciosa mía, ¿Cómo te fue hoy? —me saluda abriendo la puerta para yo subirme.

Me subo, cierro la puerta y me coloco el cinturón de seguridad.

—Llegas tarde. —cruzó los brazos.

—Ehh.... Si, lo siento mucho. Estaba ocupado. —se acomoda el cuello de la camisa y tose.

Oh santo cielo, ¡Tiene un gran chupó en el cuello!

—¿¡Llegaste tarde por qué estabas follando!? —le pregunto, mientras lo señaló con mi dedo, acusándolo de su crimen.

—No precisamente follando —me sonríe—. Verás, eh estado usando mi lengua y mis de......

—¡SHHH! ¡CÁLLATE! —le golpeó el hombro—, no quería saber eso, ¡Me vas a dejar traumas!

Suelta una carajada, cuando se calma me ve con una gran sonrisa.

—Me estabas preguntando —lo fulminó con la mirada—, está bien, ya me calló. Pero hablas como si a tí nunca te lo fueran hacer —tiene una sonrisa traviesa—. Además, tu lees cosas súper turbias y yo no te digo nada.

No tengo como contradecir eso, así qué veo al frente con los brazos cruzados.

—Tengo hambre. Llévame a casa para alimentarme.

—Sobre eso.... No puedo.

—¿Cómo qué no puedes? —le pregunto con una ceja enarcada.

—Tenemos qué buscar a unos amigos a su casa. Va hacer rápido, lo prometo.

Veo el techo del auto buscando la paciencia que no tengo para aguantarlo.

—No te creo nada —le digo con los ojos entre cerrados.

Me sonríe y arranca el auto a sabrá Dios donde.

★★★

Cómo lo imaginé, no fue nada rápido. Hace un buen rato qué lo estoy esperando. Tengo calor, hambre, sueño, ganas de matarlo y ganas de hacer pis.

Estoy frente a una casa blanca, en realidad todas las casas son del mismo color y del mismo tamaño. Las casas son de dos pisos, con lo qué se ve, un gran patio.

¿De quién es la casa? Me estoy preguntando lo mismo desde qué llegué.

—Sebastián, te odio. —le digo a la nada, ya qué estoy sola.

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⏰ Última actualización: Oct 11 ⏰

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