Capitulo 1

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Domingo por la tarde, el sol se escondía detrás del horizonte, dejando destellos sobre la reluciente pintura de los monoplazas sobre el gran circuito de Miami, mientras los gritos de la multitud se mezclaban con el rugir de los motores.

Franco Colapinto, piloto estrella de Ferrari, se juega su racha ganadora y con la que lideraría la parrilla. Su corazón latía con fuerza, mientras su ingeniero le daba las primeras indicaciones a través de la radio, pero Franco lo ignoraba, sólo tenía algo en mente ganar esa carrera a como diera lugar.

Con el semáforo en rojo, la tensión se hacía palpable. De repente, las luces se apagaron y los motores rugieron. Franco aceleró, dejando atrás a sus rivales, moviéndose con la precisión de un depredador en busca de su presa. Cada curva, cada adelantamiento, le llenaba de euforia. Estaba en la cima de su juego, y nada podría detenerlo.

Las primeras vueltas transcurrieron sin incidentes, y Franco se encontraba liderando la carrera. La estrategia del equipo parecía estar funcionando; su ritmo era inalcanzable. Sin embargo, en la vuelta crucial, la situación comenzó a cambiar. El equipo le dio la señal para entrar a boxes. Franco, con el corazón acelerado, sabía que debía confiar en su equipo, pero una pequeña chispa de duda lo atravesó.

Al entrar al pit lane, la presión en el box de Ferrari era palpable. Los mecánicos se movían frenéticamente, gritándose indicaciones entre ellos mientras las herramientas se desplazaban de un lado al otro del monoplaza. El ruido del hierro chocando y el color rojo que rodeaba al piloto intensificaban la tensión. Franco miró a los mecánicos, con la mandíbula apretada, esperando. El motor rugía bajo él, y sus manos apretaban con fuerza el volante, contando los segundos. La impaciencia crecía al notar que estaban tardando más de lo que habían hecho en los ensayos.

Podía escuchar los motores de sus rivales y el rugido que dejaban al pasar. Su corazón comenzó a acelerarse. Pensaba en la temible posibilidad de que alguien le quitara la posición y que todo su esfuerzo de 45 vueltas fuera en vano. Su pecho subía y bajaba, sus ojos se movían a ritmos que solo un piloto como él podría.

Comenzó a observar a su alrededor, tratando de encontrar la razón de su demora. Sentía el motor saludable, olía las ruedas duras quemadas mientras las retiraban, y enfocaba su mirada en Frank, el novato. Frank, nervioso, resbaló al acercarse a la llanta. Un gesto pequeño que pasó desapercibido para todos... excepto para Franco, que lo siguió con la mirada, observando los lentos y torpes movimientos del nuevo miembro del equipo. El joven temblaba, cambiando la rueda del monoplaza. Un segundo más... un parpadeo, un error casi imperceptible. Franco supo en ese instante que algo estaba mal.

-¡Vamos, vamos! -gritó Franco, pero su voz se perdió entre el ruido del motor y la adrenalina. Buscaba en su equipo una mirada que le transmitiera confianza, porque él no la tenía; algo iba a suceder. Era un presentimiento, como si alguien desde el más allá le dijera: "No te mereces ganar".

Finalmente, el pit stop terminó. Franco volvió a la pista, sintiendo el rugido de su motor bajo él, pero a medida que aceleraba, algo no estaba bien. La dirección del coche comenzó a fallar, y su corazón se detuvo. La rueda delantera izquierda no estaba fijada correctamente. Intentó controlar el coche, pero la pérdida de agarre lo tomó por sorpresa.

-¡No, no, no! -murmuró, tratando de mantener la calma mientras el coche se deslizaba hacia el borde de la pista. En un instante, perdió el control, y su monoplaza giró peligrosamente. El público contuvo la respiración mientras Franco se estrellaba contra las barreras.

Al detenerse, Franco salió del coche, aturdido y lleno de rabia. Frunció el ceño, su pecho subía y bajaba rápidamente, sus puños cerrados y la mandíbula tensa. La realidad de lo que había pasado cayó sobre él como un mazo: había perdido. Y lo peor, no por culpa suya. Sintió que la sangre le hervía, y antes de poder controlarlo, la ira lo consumió. Caminó hacia el box, donde el joven mecánico aún trataba de comprender la magnitud de su error. La frustración de Franco estalló.

Circuito de Sombras.- Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora