Capítulo uno

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Capítulo uno

Alison

Caigo de la cama cuando una alarma rompe el silencio. Me despierto asustada, tratando de ubicarme, buscando algo en mi entorno que me indique dónde estoy. Mi mano se desliza hacia mi cabeza, todavía adormecida, mientras observo el cuarto: paredes grises, una luz tenue filtrándose por las cortinas. Es un lugar desconocido.

Bajo la vista y, al darme cuenta de que estoy desnuda, un escalofrío recorre mi cuerpo. Mierda, ¿qué hice ahora?

Aún envuelta en las sábanas, empiezo a gatear por la habitación, buscando mi ropa entre el desorden. Fragmentos borrosos de la noche anterior cruzan mi mente: la gala benéfica con la banda, Mia advirtiéndome que no bebiera tanto. Tal vez, solo esta vez, debí haberle hecho caso a mi hermana.

Un carraspeo me hace sobresaltarme.

Levanto la mirada y veo a un hombre castaño que me observa con confusión. Mis ojos se detienen en sus abdominales bien definidos, sus bíceps tensándose cuando cruza los brazos.

Se queda mirándome en silencio, como si también intentara descifrar qué demonios está ocurriendo.

—¿Quién eres? —me pregunta finalmente, su voz ronca y cargada de curiosidad.

Frunzo el ceño, todavía tratando de procesar la situación. —¿Quién eres tú y por qué estás en mi habitación? —le devuelvo la pregunta, ignorando la suya.

Él sonríe ligeramente antes de arrodillarse frente a mí, esa mirada divertida en sus ojos marrones haciéndome sentir aún más fuera de lugar.

—¿Tu habitación? Esta es mi habitación, muñeca. Me parece que te confundiste de puerta.

Mierda. Sus ojos brillan con una mezcla de diversión y desconcierto, pero mi mente sigue en modo defensivo.

—Bueno, no has respondido mi pregunta. ¿Qué me hiciste? —escupo, intentando sonar firme a pesar del nudo de nervios en mi estómago.

Él frunce el ceño, como si mi acusación fuera absurda. —Yo no te hice nada, muñeca. —Su tono es serio ahora, pero no hostil—. Acabo de despertar en el sofá y vine hacia mi habitación, y lo que me encuentro es a ti. Tampoco recuerdo nada de anoche.

Me quedo callada, procesando sus palabras. —Bueno, pues yo tampoco recuerdo nada.

Él me mira durante unos segundos, como si tratara de medir mi sinceridad antes de esbozar una pequeña sonrisa irónica.

—Ya, ¿y qué me asegura a mí que tú no me hiciste nada?

Lo fulmino con la mirada. ¿En serio?

—Estás mal de la cabeza si piensas que te hice algo —respondo, más indignada que antes.

—Pues desperté solo en ropa interior —señala, su mirada recorriendo el caos de sábanas que me envuelven—. Y, al parecer, detrás de esas sábanas, tú estás desnuda. ¿O me equivoco?

La tensión en el ambiente es palpable. A pesar de la extraña situación, algo en sus ojos me dice que, al igual que yo, está tratando de armar las piezas de este rompecabezas. Solo que ninguno de los dos parece tener todas las respuestas.

—Eso no es de tu incumbencia —le contesto a la defensiva, pero también un poco nerviosa porque todo lo que tengo sobre el cuerpo es una sábana. Trato de cubrirme lo más que pueda para que no pueda verme.

A pesar de haber acomodado la sábana sobre mi cuerpo, sus ojos siguen fijos en mi rostro, observándome con una curiosidad que no logro descifrar.

—¿Qué? ¿Te me le parezco a alguien o por qué me miras tanto? —le suelto, frunciendo el ceño, incómoda por su silencio.

Entre los acordes de AlisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora