Capítulo tres

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Capítulo tres

06 de junio, 2012

—¿Edad? —le pregunto a Hudson mientras meto una galleta en mi boca.

—29.

Me atraganto con la galleta y toso mientras trato de tragarla para poder tomar gaseosa. Mis ojos se abren de sorpresa.

—¿Cumplirás 30? —le pregunto incrédula—. No pareces de 30.

Ríe—. Muchas gracias por el cumplido, muñeca. La misma pregunta para ti —me dice mientras agarra una de mis galletas.

—21 —le digo un poco avergonzada—, pero casi 22, eh. Mi cumpleaños es en noviembre.

—¿Qué fecha exactamente?

—14 de noviembre —sonrío, sintiendo cómo una cálida emoción me inunda—. ¿Qué me vas a regalar? —le pregunto, batiendo las pestañas.

Hace una mueca—. Nada, ni que fueras mi novia.

Le pego en el brazo mientras sonrío, pero no puedo evitar sentir una ligera incomodidad que se asienta en mi pecho. Dejo pasar el comentario, aunque una pequeña parte de mí se queda pensando en él.

Estos últimos días los he pasado hablando con Hudson, y al parecer nos llevamos bien. Aunque muchas veces nuestras personalidades chocan un poco, hemos sabido llevarnos bien hasta cierto punto.

Hoy nuevamente Hudson me sorprendió escribiéndome para que viniera a su apartamento. Lo cuestioné, pero su respuesta fue que trajera un cuaderno con todas las preguntas que le quisiera hacer. Y pues, aquí estamos.

—¿Color favorito? —pregunto mientras subo mis pies al sofá, sintiendo el suave tejido del sofá contra mi piel.

—Rojo, pero también me gusta el azul.

Abro la boca para decir algo, pero él me interrumpe con diversión.

—Ya sé que son colores básicos, Alison. No tienes por qué decírmelo. ¿Tus colores favoritos?

—El rojo, el celeste y el morado. Tengo más personalidad que tú —le digo mientras sonrío, disfrutando de nuestra pequeña competencia.

Hudson rueda los ojos mientras se recuesta en el sofá, cruzando los brazos detrás de su cabeza. Nos quedamos en silencio, él observando el techo, y yo tratando de pensar en la siguiente pregunta, aunque en el fondo me doy cuenta de lo cómodo que es este silencio entre nosotros.

—Uy, ya sé —digo con la boca llena. Trago la galleta para poder hablar bien—. ¿Alguna vez has estado casado o comprometido? Es decir, tienes casi 30 años, ya has vivido dos siglos —pregunto bromeando, pero veo cómo la expresión de Hudson cambia drásticamente, volviéndose seria en cuestión de segundos.

De inmediato me siento culpable. Creo que metí la pata.

Hudson se encoge de hombros, pero su voz suena más seria.

—Estuve comprometido, pero nunca se concretó el matrimonio porque no me sentía listo. No tengo prisa por casarme o tener hijos.

—Ah, ya... —contesto en un tono más bajo, sintiendo el peso de la incomodidad colarse entre nosotros. Decido no insistir en temas tan personales para no incomodarlo más.

—¿Cuántos novios has tenido? —me pregunta, volteándome a ver, con su tono más ligero.

Abrazo mis piernas, sintiéndome un poco vulnerable con la respuesta.

—¿Qué pasaría si te digo que jamás he tenido una relación formal? —respondo, y Hudson abre los ojos sorprendido. —Nunca tuve tiempo para tener novio. Antes de entrar a la banda practicaba ballet, así que todo mi tiempo se dedicaba a eso, y después de la banda es historia.

Entre los acordes de AlisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora