Salvaje

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Rin llegó a la aldea y se sorprendió de ver a algunos habitantes correr de unas casas a otras, lo que más le llamó la atención fue que no eran sus respectivas casas y aún así cargaban con todo lo que podían, tropezó con un par que le gritaron un par de improperios así que corrió a su casa, si ellos estaban tan iracundos esperaba no le hubieran hecho nada a la señora que ella llamaba abuela.

Tiró sus cosas en la entrada de su casa y siguió a la de su vecina, no verla afuera trabajando la tierra o tendiendo la ropa la preocupo.

—¡Abuela!—la llamó al estar frente a la cortina que fungía de puerta, entonces una mano la sujetó del kimono y la jaló para adentro tomándola desprevenida. Casi grita de la impresión pero se axtiene al ver la cara de la anciana frente a ella—¿Abuela? ¡Pero qué está haciendo! Vaya susto me ha dado.

—¿Donde estabas? ¿Acaso no ves el caos que hay allá afuera?—le regaña.

—Yo me he ido a bañar como cada mañana, tal vez me he tardado un poco más xq…—es posible que no fuera buena idea darle detalles a la anciana, aún recordaba cuando le contó cómo subió la cascada y se lanzó desde lo alto rompiéndose un brazo y casi ahogándose cuando tenía 12, la anciana parecía que le iba a dar un ataque, luego la castigó sin salir un mes, todo el tiempo que duró para recuperarse—me quedé comiendo bayas en el camino.

—Esta niña. Mira Rin, allá afuera hay un caos, los demonios han vuelto por la zona y algunos aldeanos se han ido lo que a ocasionado que otros se aprovechen y saqueen las casas abandonadas.

—Ya veo, como bandidos—dice con desdén—eso es triste.

—Ten mucho cuidado hija, con los ánimos tan caldeados podrían hacerte daño si te cruzas con ellos.

—Tendré cuidado—le sonrió intentando calmarla.

—Eso no es todo, como dije los demonios están volviendo a la zona, los demonios son monstruos, devoradores de humanos, son peligrosos, muy peligrosos, más que cualquier bandido, si ves uno huye lo más rápido que puedas.

—Comprendo—dijo no muy segura de eso, no creía que un demonio fuera tan peligroso y de serlo no creía que todos fueran así o fueran peores que bandidos, definitivamente no creía que debiera juzgarlos sin conocerlos.

—Rin, te conozco, aléjate del palacio—dijo sujetándola por los hombros.

—Si abuela—le sonrió y la anciana suspiró.

—No te creo chiquilla, pero nadita de nada.

—Por cierto abuela… hoy me he cruzado con un dios del bosque—dice sin poder evitarlo, quería saber más sobre ese dios.

—¿Un dios del bosque?

—Era un ser hermoso, no me habló ni se me acercó pero de verdad que todo parecía brillar más en su presencia.

—Tal vez alguna deidad te protegió mientras estabas en el río ¿Le dejaste alguna ofrende en agradecimiento?

—Sí, le dí las bayas que había recogido—sonrió complacida de que lo tomara bien—pero… no supe que más hacer ¿Debo hacer una oración? ¿Rendirle pleitesías o algo? ¿Que debo hacer si lo vuelvo a ver?

—No te acerques, si una deidad se te aparece deja que ellos sean quienes decidan eso, somos humanos y ellos no suelen relacionarse con nosotros.

—Esta bien—dice un poco decepcionada de que no pudiera hacer más, le hubiera gustado poder hablar con él, aunque sea preguntarle su nombre—Abuela, ya me voy, estaré en mi casa.

—Sería lo mejor, no vaya a ser que quieran robarte lo poco que tienes—Rin salió pero aún no había tocado la tierra fuera de la casa cuando la anciana la llamó nuevamente—¡Rin! Algo más—su mirada se tornó más seria que nunca—hay otra posibilidad de quién sea la entidad que te cruzaste y espero no sea así.

El Nuevo LordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora