PRÓLOGO

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—Mira a la cámara.

En pantalla se aprecia un rostro joven de mujer, aparenta veinticinco años, quizás menos. Aunque es difícil averiguarlo con claridad detrás de las manchas amoratadas dibujadas en su piel. Cabello negro y liso a la altura de los hombros, labios gruesos, nariz recta.

—Mira a la pantalla he dicho —la voz que se escucha por el altavoz está distorsionada, alterada con el fin de no revelar su identidad.

La mujer obedece y lentamente alza la vista hasta posarla sobre el objetivo. Su expresión es vacía y hueca. Sus ojos grandes, a pesar de la hinchazón que presenta en uno de ellos se logra apreciar el color verde de sus iris. Es innegable su belleza incluso entre las heridas. Después de todas las veces que Carmen ha visto su rostro en una fotografía, no tiene ninguna duda de que es el tipo de mujer que todos los hombres desean encontrar en su cama. Es atractiva, con rasgos dulces, pero con una clase de mirada capaz de seducir hasta al mismísimo satanás. Esa mirada en concreto que ve en la pantalla es la misma que ha visto en muchas otras imágenes que tiene encima de su escritorio y grita "peligro" a voces.

Tras unos segundos en completo silencio la voz vuelve a hablar.

—Di tu nombre y apellidos —ordena.

—Cleo Dacosta Balmes —contesta ella automáticamente.

—Fecha de nacimiento.

—21 de abril del año 2000.

—Nombre de tus padres.

Esta vez hace una pausa.

—Joana y Esteban.

—Qué día es hoy.

—15 de marzo de 2023.

Durante la reproducción hay un corte en el vídeo. La pantalla se funde a negro y luego, vuelve a aparecer la imagen de la chica con una mancha de sangre en el labio y la marca roja de un bofetón en la mejilla, procede la entrevista.

—Por qué estás aquí.

Traga saliva y no retira la vista de la cámara cuando responde.

—Por ser una hija de puta avariciosa, por ser una zorra calientapollas y por traicionar a quien no debía.

—Muy bien —se escucha una voz de fondo. Orgulloso de la respuesta.

—Quieres seguir viva, ¿verdad? Pues cuenta qué tienen que hacer para rescatarte.

Entonces, Osoria para el vídeo, se sitúa de pie al lado de la pantalla donde Cleo se encuentra inmortalizada, y mira al tipo de frente.

Carmen jamás pensó que un chico así pudiera ser uno de los delincuentes más buscados del país, pero ahí está, esposado en la mesa y sumido en una neblina que es fácilmente justificable viendo todo lo que tiene que digerir. Al contrario que muchos de los criminales con los que ha tenido que tratar, este no le resulta intimidante en absoluto, o miente demasiado bien, o es uno de esos pobres chavales que han tenido la desdicha de recorrer el camino equivocado.

—¿Quiénes son los responsables de esto? —pregunta Osoria, con voz calmada, pero seria. Si no lo conociera pensaría que este interrogatorio es solo un intercambio apacible de información.

—¿Por qué has parado el vídeo?

—Te he hecho una pregunta.

—Y yo no responderé hasta que no vea la grabación completa.

—¿Crees que esto es un juego? —Osoria da un paso hacia a la mesa donde el chico está encadenado, posa las manos sobre el metal y deja caer su cuerpo hacia delante remarcando los músculos de sus antebrazos—. No, amigo, no. Esto no es ningún juego. Te lo volveré a repetir. ¿Quiénes han hecho esto? —señala con un dedo la pantalla del portátil.

Juego SucioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora