Prólogo

18 2 0
                                    

Drena tu amor, como solo tú sabes hacerlo, hazlo para que después de dos palabras, vuelvas a llenar la botella.

Llévate mi sangre y mis latidos como siempre lo hiciste, al final de todo, fuiste un vampiro, ¿O tal vez una sanguijuela? Pero los vampiros son más guapos.

La ironía era que siempre di consejos para salir de una relación dañina, cuando dejaba de lado qué tú me dañabas y yo seguía detrás de ti, como si tuviera Alzheimer y dejara todo lo malo que haces.

Te idolatro, pero desearía no hacerlo.

Tengo libertad, pero no la siento.

El tiempo se escurre entre mis dedos, al compás de que mi sangre se escurre entre los tuyos.

Manejándome como una marioneta a tu antojo, moviendo los hilos carmesíes entre tus palabras de amor y tus recitales de mentiras perfectamente cubiertas por verdades placenteras, qué al final del día me queman como si fueran brasas de fuego del color de tus ojos.

Estrujando mi corazón entre tus manos, hasta pareciera que soy un juguete antiestrés qué compraste en el mercado.

Aunque tal vez me seleccionaste en un mercado de mujeres, mercado que tú mismo creaste, buscando entre mujeres en un recinto, a ver quién se queda contigo.

Y yo me saqué la lotería.

Después de todo, solo mi estúpido ser cegado de amor se dejó llevar entre tus mentiras, ignorando mi alrededor.

Ese bullicio qué me imploraba, se volvió silencioso.

E incluso la voz que me dictaba qué hacer, se aburrió de mí y desapareció en el aire qué respiraba, dejando lugar entonces a tus cantos de sirena, qué me engullían a cada segundo que pasaban por tus cuerdas vocales hasta mis oídos, llenándolos de miel roja, ¿Cuándo las abejas aprendieron a hacerla de ese color?

La realidad se siente tan lejos de mi alcance.

Y ni siquiera sé porque escribo palabras que nunca verás.

Nunca te importaron.

Nunca te importé.

Y ahora solo quedo yo, buscando herramientas para cortar las paredes de “te amo” escritos en mi sangre que me piden que me quede y me aleje al mismo tiempo.

Escuchando a personas aconsejándome.

O tratando.

Porque al final, yo siempre vuelvo a tu lado.

Y eso siempre va a ser mi mal hábito.

Ahora le dedico mis palabras al viento, porque él es el único que escucha mis llantos y seca mis lágrimas, ahora que tú no estás solo para endulzar mi oído y llevártelas para guardarlas y devolvérmelas cuando me sienta bien.

No pudiste amarme, no puedes amar a nadie porque eso significaría qué tienes corazón.

Y tú nunca lo tuviste.

MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora