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Musa.

La inspiración de un artista.

Inspiración de la que yo carecía.

Inspiración de la cual requerían mis obras para brillar.

Que requerían mis obras para tener emoción.

Mi frente golpeó la mesa en un intento de buscar algo llamativo entre mi imaginación.

Pero estaba en blanco, completamente, incluso mis exámenes me hacían imaginar cosas en menos tiempo.

El bullicio de la gente, las aves, los árboles, revoloteaban a mi alrededor, recordándome que hay inspiración en cualquier lugar.

Entonces, ¿Cuál es el problema?

¿Soy yo el problema?

Mi cabeza rebotó por última vez, dejando mi mentón recargado en la mesa de madera.

Y como si fuera obra de magia, lo vi.

No sé cuál fue mi inspiración, si sus ojos claros que me recordaban a la calma del océano, o sus facciones que parecían cinceladas por el mismísimo Vincent van Gogh.

O tal vez era obra del astro, que brillaba con magnificencia y podía hacerme creer, o ver, cosas que no eran.

Pero mis manos eran más rápidas que mi cabeza, grabando las facciones del chico, mientras mi pulso las grababa en las hojas de papel blancas, gastando la punta del lápiz.

Miraba de vez en cuando a el hombre sentado metros frente a mí, perfectamente posicionado para poder ver su perfil, el rostro perfecto para mi nueva obra.

La musa.

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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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