𝕹𝖚𝖊𝖛𝖔 𝖊𝖓 𝕸𝖔𝖓𝖉𝖘𝖙𝖆𝖉𝖙

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El sol de la mañana comenzaba a iluminar las hermosas calles de Mondstadt, mientras el pueblo despertaba a un nuevo día. Los comerciantes abrían sus tiendas, el Gremio de Aventureros publicaba sus nuevas misiones y los Caballeros de Favonius iniciaban sus tareas diarias.

A las afueras de la ciudad, un joven de cabellos dorados, terminados en una larga trenza, se aproximaba al pequeño reino. Andaba con paso ligero y estaba acompañado de su inseparable amiga hada, Paimon.

Se habían conocido hacía años cuando el joven la salvó de una muerte segura en la playa. Desde ese momento se volvieron mejores amigos y nunca se separaron el uno del otro. Cada vez que el de pelos rubios viajaba por Teyvat, siempre estaba acompañado de su amiga hada, y esta ocasión no sería distinta.

—Aether —Dijo el hada llamando a su amigo— ¿Falta mucho? Paimon empieza a estar cansada.

Paimon siempre hablaba de si misma en tercera persona. Era algo que siempre extrañaba a la gente, sobretodo a su compañero de viajes.

—Ya te dije que falta poco —Dijo el joven de pelos rubios mirando a su amiga— Y además... ¿¡Como vas a estar cansada?! ¡Vas flotando!

—Ehh, no hables así a Paimon —La pequeña criatura parecía ofendida— Flotar es tan cansado como andar.

—Si, si. Lo que tu digas Paimoncita —Dijo el rubio soltando una risita.

El hada se ofendió tanto porque la llamaran así que para vengarse tiró al viajero de su larga trenza, haciendo que este se molestara también y comenzó a "pelearse" con el hada.

Continuaron andando por la zona del Lago Estelar hasta que a lo lejos ya se empezaba a divisar su destino. La Ciudad de la Libertad, Mondstadt. 

—Wow, mira eso Aether —Dijo el hada muy asombrada por las vistas— Es precioso.

No se equivocaba, ya a lo lejos se podían divisar los característicos molinos de viento de la ciudad y su hermosa catedral con la imponente estatua del Arconte Anemo enfrente.

El viajero contempló las vistas, quedando maravillado por la ciudad y los extensos campos de flores que se extendían a sus pies.

—Desde luego, es precioso —Expresó el rubio, maravillado por el paisaje— ¿Continuamos?

El viajero no quería ser aguafiestas con su compañera. Sabía que ella quería permanecer más tiempo contemplando las vistas, pero debían estar en la ciudad en menos de una hora.

Paimon, de mala gana aceptó la petición de su compañero y ambos continuaron con su viaje.

Caminaron por diez minutos hasta que llegaron a las puertas de la ciudad. La suave brisa del viento recorrió el fino rostro de Aether, dándole la bienvenida a su nuevo al que sería su nuevo hogar.  

El rubio y el hada contemplaron la enorme puerta principal que daba acceso a la ciudad y sin pensarlo, la atravesaron.

El rubio y el hada contemplaron la enorme puerta principal que daba acceso a la ciudad y sin pensarlo, la atravesaron

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El Caballero del Rey (Xiaoether)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora