¿Pero cómo puedo llevarla, Doc? No tengo suficiente dinero; apenas nos alcanza para comer y estudiar.—Podrías vender tu casa. De todos modos, no es que la necesites para el lugar a donde vas. ¿Es cálida? He pensado en retirarme y dejarle este hospital a un amigo. Si me la muestras, quizás lleguemos a un acuerdo. Eso incluiría la cita de hoy —respondió el Archimédico.Kalil no estaba nada cómodo con la idea de vender la granja de sus padres, pero no veía otra salida.—Está bien, Doc. ¿Puede ir mañana por la mañana?—No hay problema. Parece que dejó de llover; deberían regresar antes de que vuelva a empezar.—Está bien —dijo Kalil, tomando a su hermana en brazos y preparándose para salir.—Solo una cosa, Kalil —añadió el Archimédico—, el sello que le puse a Haru puede causarle dolor por las noches, y habrá algunos efectos secundarios. Es solo para que estés preparado.Kalil miró a su hermana y luego al Archimédico antes de cerrar la puerta y regresar a la granja."Descuida, Haru, haré lo que sea para que te pongas bien", pensaba mientras caminaba bajo el cielo despejado.---A la mañana siguiente, Haru despertó sorprendida al ver a su hermano sosteniéndole la mano. Pensó que simplemente se había quedado dormido mientras le traía la comida. Sonrió ligeramente y se levantó con cuidado para no despertarlo. Al ir a la cocina a preparar el desayuno, notó una pequeña marca negra que se extendía por su antebrazo. Pensando que era suciedad, trató de frotarla, pero no desaparecía. Al tirar del cuello de su camisa, descubrió que su pecho también estaba cubierto por la misma extraña marca.Haru gritó, y Kalil, que estaba dormido, corrió a la cocina al escucharla. La encontró asustada, rascándose la piel con desesperación.—Hermano, ¡ayúdame! No entiendo por qué tengo esta marca negra que se está extendiendo —dijo Haru con lágrimas en los ojos.Kalil, con una expresión seria y triste, intentó tranquilizarla.—Te llevé al Archimédico ayer. Me dijo que estás enferma.—¿Enferma? ¿De qué? —preguntó Haru, alarmada.Kalil se acercó y la miró a los ojos.—Tienes la plaga de penumbra... Lo siento mucho.—¿Qué se supone que es eso? —preguntó Haru, con el miedo evidente en su rostro.Kalil guardó silencio unos segundos, incapaz de mirarla a los ojos, pero Haru, desesperada, lo tomó de las mangas de su camisa.—Hermano, ¿qué es eso? —insistió, sus manos temblando.Kalil la abrazó de repente, tratando de hablar con voz calmada, aunque se le quebraba.—Todo estará bien, Haru... Te lo prometo.Haru no dijo más. Se dejó abrazar por su hermano, pero una parte de ella lloraba en silencio.---Cuando ambos se calmaron, Kalil le explicó toda la situación: la necesidad de vender la granja, el viaje a Arkadia y la búsqueda de una cura. Aunque Haru parecía asustada, también aceptaba la realidad con una mezcla de sorpresa y miedo.—Creo que deberías ir a la escuela. Hay algo que tengo que hacer —dijo Kalil.—¿Vas a vender la granja? —preguntó Haru, adivinando sus intenciones.—Sí, lo siento.—Entonces me quedaré también.—No tienes que hacerlo, Haru. La escuela es más importante —dijo Kalil, poniendo una mano sobre la de su hermana.—No quiero volver a esa horrible academia.—Sé que te cuesta estar con esos chicos, pero no hay otra opción.—Quiero quedarme aquí, Kalil. Quiero quedarme contigo —dijo Haru, apoyándose en su hermano.—Yo también quisiera, pero no tenemos más opción. Recuerda que el tren a Arkadia sale esta noche.En ese momento alguien tocó la puerta. Kalil abrió y vio al Archimédico.—Su casa es muy bonita, ¿no lo cree? —dijo con un tono un tanto malicioso.A Kalil no le agradaba nada su actitud, pero lo dejó pasar. Haru, antes de irse, miró al Archimédico con furia en los ojos antes de dirigirse a la academia.---Mientras Haru caminaba hacia la academia Kada, sentía cómo la rabia y la tristeza la consumían. ¿Por qué les estaba ocurriendo todo esto? ¿Qué habían hecho para merecerlo? A pesar de intentar contener las lágrimas, estas caían incesantes por sus mejillas.Haru trató de pasar el día con normalidad en la escuela, aunque, como siempre, comía sola durante el recreo. Los demás la evitaban por ser una Nayeth. De repente, una chica rubia se acercó sigilosamente por detrás y la asustó, haciendo que sus plumas se mostraran accidentalmente. Haru no pudo soportarlo más y, furiosa, le lanzó su comida en la cara antes de correr hacia el baño para esconderse.Se encerró en uno de los cubículos, tratando de no hacer ruido, pero era en vano. Las plumas que caían debajo del cubículo delataban su presencia.—Sabemos que estás aquí, Nayeth —dijo una voz afuera—. Podemos ver tus plumas. Abre la puerta o te pasará algo peor.Haru se tapó los oídos, intentando ignorar las amenazas, pero los chicos no se detuvieron.—¿Qué tal si le tiramos basura? —dijo uno de ellos.—Es una gran idea —respondió otro.Haru escuchó cómo alguien salía y regresaba al cabo de unos segundos.—Esto es lo mejor que pude encontrar —dijo uno de ellos.—Apesta horriblemente.—Dicen que a los Nayeth les gusta la basura. ¿Es verdad?—¡Cállate, Kit! Estás arruinando la diversión.—Bueno...—A la cuenta de tres se lo lanzamos a esta estúpida. ¿Listos?—Sí.—Una, dos... ¡tres!Pedazos de basura, comida podrida y papeles cayeron sobre Haru.—¡Ahh! —gritó Haru al sentir el impacto.—Sabíamos que estabas ahí, estúpida. Eso te enseñará a no meterte con nosotros —dijo la chica rubia, riéndose antes de salir del baño.Haru, devastada, solo pensó en desaparecer.