Mañana

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El sol apenas había comenzado a asomarse por las ventanas del dormitorio en Grimmauld Place. La luz suave del amanecer se colaba entre las cortinas pesadas, pintando la habitación en tonos cálidos y dorados. Era una sensación acogedora, casi irreal para Harry, quien había pasado demasiados años de su vida despertando en lugares oscuros, fríos, pequeños o con la amenaza constante del peligro acechando. Hoy, en cambio, todo estaba tranquilo.

Harry abrió los ojos lentamente, sintiendo el leve peso de las sábanas sobre su cuerpo y el suave murmullo de una respiración a su lado. No estaba solo, y eso, en sí mismo, era un milagro. Giró la cabeza sobre la almohada, y allí estaba Percy.

Percy Jackson, hijo de Poseidón, dormía tranquilamente a su lado, su pecho subía y bajaba de manera rítmica con cada respiración. Su cabello oscuro estaba desordenado, en todas direcciones, pero Harry lo encontraba increíblemente atractivo. Una de las manos de Percy estaba extendida hacia Harry, como si en algún punto de la noche hubiera intentado buscarlo en sueños, para asegurarse de que todavía estuviera allí. Sus labios estaban ligeramente separados, mostrando una pequeña sonrisa, como si estuviera soñando algo agradable.

Harry sonrió, sintiendo una calidez en su pecho que ya se había vuelto familiar, pero que nunca dejaba de sorprenderlo. Despertar y ver la cara de Percy era, sin duda, uno de los mayores placeres qué tenía en su vida. No importaba cuántas veces ocurriera, nunca se cansaba de observar la expresión relajada y pacífica de Percy mientras dormía. Era tan diferente a la imagen que el mundo tenía de él: el hijo del dios del mar, el héroe que había salvado al mundo en más de una ocasión. Aquí, en este momento, Percy era solo Percy. No un semidiós, no un guerrero, solo el chico con quien Harry había aprendido a compartir su vida.

Se quedó quieto, disfrutando de la quietud del momento. Los días que compartían así, sin tener que preocuparse por amenazas, misiones o profecías, eran cada vez más escasos. No había monstruos o dioses antiguos a la vista, y las guerras, por una vez, estaban lejos de ellos. La paz que sentía junto a Percy era algo que Harry nunca había pensado que podría encontrar, no después de todo lo que había vivido.

Harry recordó cómo habían llegado aquí, a este punto. No había sido algo que hubiera imaginado cuando Percy llegó al mundo mágico por primera vez, como parte de una misión encargada por la diosa Hécate. Los semidioses y los magos tenían una historia larga y complicada, pero después de la segunda guerra mágica, las cosas habían comenzado a cambiar.

Percy había llegado a Grimmauld Place con su característico aire despreocupado, esa actitud de "todo saldrá bien", pero con una mirada que delataba que, al igual que Harry, había visto demasiado. Había una clase de comprensión mutua, esa soledad compartida, lo que los había acercado inicialmente.

Al principio, se habían llevado como buenos amigos. Compartían historias de sus respectivas guerras, noches de risas que poco a poco habían dado paso a conversaciones más profundas. No fue hasta una noche de verano, cuando ambos se encontraron en el jardín bajo la luz de las estrellas, que Harry se dio cuenta de que lo que sentía por Percy era mucho más que amistad.

No fue difícil enamorarse de Percy. Era alguien que irradiaba luz, alguien que, a pesar de todo, seguía siendo capaz de sonreír. Y Percy, por su parte, parecía sentir lo mismo por Harry. Había sido algo natural, como si hubieran estado destinados a encontrarse desde siempre.

Harry bajó la mirada al rostro de Percy nuevamente, observando cómo el primer rayo de sol tocaba suavemente su piel. Sintió un impulso repentino de acercarse más, de sentir el calor del cuerpo de Percy junto al suyo, de asegurarse de que todo esto era real. Se inclinó, casi sin pensar, y rozó suavemente la mejilla de Percy con los labios, un beso apenas perceptible, pero lleno de afecto.

Percy murmuró algo en sueños, moviéndose levemente, pero no despertó. Harry sonrió. Le encantaba lo profundo que Percy podía dormir a su lado, lo seguro que parecía sentirse. Por un segundo, Harry cerró los ojos, dejando que su propio cuerpo se relajara en la comodidad de la cama, en compañía de Percy.

Habían tenido conversaciones sobre su futuro juntos. Quizá no tan detalladas, pero ambas partes sabían lo que querían. Ya no había guerras que luchar, al menos no por el momento. Percy hablaba de buscar un hogar propio, tal vez una cabaña cerca del mar, donde pudieran tener un poco de normalidad. A Harry no le importaba dónde, mientras Percy estuviera allí. Después de todo lo que había pasado, el concepto de "hogar" ya no era un lugar físico para él, sino una persona.

—¿Te gusta lo que ves? —Percy murmuró de repente, su voz sonaba ronca por el sueño con un deje de diversión en su tono.

Harry se sobresaltó, pero no pudo evitar soltar una risa suave. Percy no había abierto los ojos, pero su sonrisa se había ensanchado un poco más.

—Demasiado —Respondió Harry con su voz suave, mientras se acercaba un poco más para enredar sus piernas con las de Percy bajo las sábanas.

Percy abrió un ojo, mirándolo con una expresión somnolienta pero llena de afecto. Su sonrisa era perezosa, pero tenía ese brillo que siempre lograba desarmar a Harry.

—No es justo que te levantes antes que yo —Dijo Percy, estirándose un poco antes de deslizar su brazo sobre el pecho de Harry, tirándolo hacia él.

—No me estaba quejando —Harry se rió entre dientes, dejando que Percy lo acercará aún más, sus cuerpos casi pegados.

Percy se acomodó nuevamente en la almohada, sus ojos ahora completamente abiertos mientras lo observaba. Harry podía ver el reflejo del sol en sus ojos verde mar, que siempre parecían más brillantes a la luz del día.

—¿Qué estabas haciendo? —Percy preguntó, con ese tono juguetón que le encantaba usar por las mañanas.

—Mirándote —Confesó Harry sin reservas—. Es muy lindo despertar y ver tu cara.

Percy soltó una pequeña risa, una mezcla de incredulidad y diversión, antes de inclinarse para besar suavemente los labios de Harry. Era un beso lento, casi perezoso, perfecto para la mañana tranquila que estaban compartiendo.

—Tú también ves muy lindo cuando duermes —Murmuró Percy contra sus labios—. Solo que nunca te lo digo porque suena raro.

Harry rió entre el beso, dejándose llevar por la calidez del momento. La suavidad de los labios de Percy contra los suyos, el calor de su cuerpo, la tranquilidad que sentía... todo era perfecto.

Pasaron unos minutos más, simplemente acurrucados bajo las sábanas, sin necesidad de palabras. Solo el sonido de sus respiraciones, el latido acompañado de sus corazones y la luz del sol llenaba la habitación con una promesa de un día tranquilo.

—¿Crees que podamos hacer esto todos los días? —Preguntó Percy finalmente en un tono suave.

Harry miró a Percy, viendo la misma esperanza reflejada en sus ojos. Se permitió soñar por un momento, imaginarse a sí mismo despertando al lado de Percy todos los días, compartiendo una vida sin amenazas ni sombras del pasado.

—Sí —Respondió Harry, su voz firme y segura—. Me gustaría mucho eso.

Percy sonrió, y Harry supo que, pase lo que pase, este sería su futuro. Una vida compartida, llena de mañanas como esta, con Percy a su lado.

Y por primera vez en mucho tiempo, el futuro no le parecía tan aterrador.

Colección AquamagicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora