CAPÍTULO 6

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POV: Vera lee Collins

Estoy en la salida principal, esperando a mi chofer, alias Thomas Wood. Él siempre me lleva a mis clases de tiro.

Seguramente se estarán preguntando por qué no me lleva mi novio. Bueno, la verdad es que él nunca quiso que practicara este deporte, ya que, según él, es "masculino". Prefiere que haga gimnasia o algo más "femenino".

Cinco minutos más tarde, veo acercarse a un poste con cabello color caoba y una sonrisa de oreja a oreja. No puedo evitar sonreír también.

—¿Lista, roca seca? —pregunta, mientras arqueo una ceja.

—¿Roca seca? —repito, algo confundida. Él se ríe.

—Sí, porque eres una roca seca —me responde. Al ver que no entiendo, se limita a decir—: Algún día me entenderás.

—Si tú lo dices...

Thomas y yo empezamos a caminar por el estacionamiento buscando su auto. Pasados quince minutos, finalmente lo encontramos, después de haber buscado por casi diez, porque al poste que tengo al lado se le olvidó dónde había estacionado su jeep. Thomas abre la puerta del copiloto y me dice:

—Después de ti, roca seca —hace una seña, aguantando la risa para que suba al carro.

—Ay, qué caballero —digo con tono sarcástico, lo cual provoca que él saque la lengua antes de cerrar la puerta. Da la vuelta y entra al asiento del piloto. Una vez adentro, sus ojos verdes se fijan en mi cuello y, con un tono más serio, pregunta:

—Ahora sí, cuéntame qué pasó con Marc.

Dudo por un momento, pero sé que no se rendirá hasta que le cuente la verdad.

—Ya te dije, fue un accidente. Solo se enojó y se le fue la mano. No hay de qué preocuparse —hago una pausa y señalo mi cuello—. Mira, ya casi ni se nota.

—Leve... sé que tienes maquillaje.

—Te estoy diciendo la verdad —respondo, pero él niega con la cabeza. Enciende el auto y empieza a manejar.

—Sé que no fue así, Vera. Quiero lo mejor para ti. Sé que apenas nos conocemos desde hace casi un año, pero no quiero que Marc te haga daño —su tono es frío, casi distante—. Es mi mejor amigo, pero no tolero este tipo de cosas. Ya le he dicho a Marc que pare, pero no me hace caso.

—Entiendo, pero como te dije, solo fue un accidente. Marc no sería capaz de hacerme daño —respondo, tratando de sonar confiada, aunque dudo por un segundo.

—Leve, si vuelve a hacer algo que te lastime, no dudes en pedir ayuda. No está mal pedirla.

—Está bien —hago una pausa—. ¿Puedes llevarme al estudio de Arturo rápido? —pregunto, intentando cambiar de tema.

Thomas me mira, asiente y sigue manejando. Sé que el cambio de tema fue muy brusco, pero no quiero seguir hablando del "accidente". Ya tengo suficiente con Dámaris.

Treinta minutos más tarde, me despido de Thomas y bajo del jeep. Cierro la puerta y empiezo a caminar hacia el estudio del señor Arturo. Rosa me abre la puerta y me hace señas para que pase. La conozco desde hace siete años, cuando empecé a entrenar aquí. Rosa es una mujer de 65 años, de piel negra y cabello afro, lleno de canas.

—Hola, hija, ¿cómo te encuentras hoy? —pregunta con su voz tranquila.

—Hola, Rosita, estoy muy bien, gracias por preguntar —miento—. ¿Y tú, cómo estás?

—Igual, hija. A esta edad, la vida es muy aburrida, por eso hay que disfrutarla —ríe, y yo solo asiento con la cabeza.

—Está bien —me limito a decir.

—¿Dónde está Arturo? —pregunto, ya que él siempre me recibe gritando o haciendo algún tipo de drama.

—Está explicándole las reglas al nuevo estudiante. Deberías ir a conocerlo, está muy guapo —alza ambas cejas, y yo me río.

—Rosa, sabes que no puedo. Tengo novio, no le voy a ser infiel.

—Yo no me refería a eso, linda —ríe, y siento cómo me pongo roja como un tomate—. Mejor ve a ayudarle, en cualquier momento va a matar al pobre joven —vuelve a reír, pero antes de que pueda responder, ya se está yendo a su despacho.

Comienzo a caminar hacia el área de entrenamiento y veo a Arturo hablando con el chico que mencionó Rosa. Me doy cuenta de que es más alto que Arturo, lo cual no es difícil, ya que Arturo mide 1,60 metros. De hecho, parece más alto que mi novio, quien mide 1,80 metros; creo que este joven le saca unos 10 centímetros más. Los ignoro y me dirijo a los casilleros para dejar mis cosas.

Tomo aire y sigo mi camino hacia el armario donde se guardan los rifles y pistolas. Los organizó en las mesas de entrenamiento. Cojo un rifle con ambas manos y, cuando salgo del armario para colocarlo en las mesas, trato de ser lo más discreta posible. Pero todo es un fracaso, porque Arturo me mira y empieza a hacer un escándalo.

Universo, dame paciencia, porque la voy a necesitar...



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